lunes, 2 de noviembre de 2009

"EGUNKARIA", UNA VEZ MÁS y TODOS LOS MUERTOS

EGUNKARIA, UNA VEZ MÁS.- Y espero que la última sea de celebración del fin de una pesadilla. Hace más seis años y medio que a los encausados en el caso Egunkaria les dura el calvario de vivir pendientes de un hilo judicial lo suficientemente sólido, en este caso concreto al menos, como para que no se haya roto pese a las peticiones de archivo de las actuaciones por parte del ministerio fiscal y de las defensas. Son personas que viven bajo la amenaza de ser condenadas a largas penas de cárcel acusadas de pertenencia a ETA.
Es decir, que a estas alturas ese caso se sostiene sólo por la acusación popular ejercida por Dignidad y Justicia y la Asociación de Víctimas del Terrorismo, y hasta han sido archivadas las denuncias por malos tratos y torturas que se cursaron tras las detenciones.
Seis años y medio es tiempo más que suficiente para que las cosas se diluyan y también para que se enreden, como se han enredado en este caso, sobre todo si falta solidez en las pruebas en las que se basa la acusación , y aquí es palmario que falta, habida cuenta de la retirada de la acusación por parte del fiscal, al margen de que haya habido irregularidades en el procedimiento que han dado lugar a la nulidad de actuaciones.
Estimo que no es justo mantener, por una cuestión política, exclusivamente política, a unas personas acusadas de delitos graves en la incertidumbre de enfrentarse a penas de entre 12 y 14 años de cárcel. El estado de derecho enseña aquí su peor cara, que la tiene. Las declaraciones que hizo el portavoz del PP, Acebes, al tiempo de la retirada de la acusación por parte del fiscal, son prueba suficiente de esa intencionalidad política.
Los testimonios de las personas encausadas, que muchos hemos tenido oportunidad de escuchar, no dejan lugar a dudas de lo sucedido al tiempo de su detención y del calvario que siguen viviendo.
Por otra parte, las personas encausadas han sido ya castigadas a estas alturas suficientemente y por un delito que no han cometido. El estar pendiente de un proceso de cuyo resultado pueden derivarse duras penas de cárcel, el linchamiento social y mediático padecido, que se guarda en las hemerotecas, el haber servido de leña al fuego de tertulianos sin escrúpulos, es ya suficiente condena, injusta insisto.
Una situación que ni ha suscitado ni suscita mayores comentarios por parte de los paladines habituales de la democracia y la libertad, a los que el cierre de diario Egunkaria les importa un comino, pero que con seguridad hubiesen puesto el grito en el cielo de haber sido otro el periódico clausurado y otras las personas procesadas. No se trata de exigir cuentas a nadie ni de reprochar nada (por un elemental respeto a la libertad de conciencia ajena), sino de constatar una realidad que habla de una sociedad dividida en facciones enemigas. El sistema de libertades depende de quien las ejercite, y la verdad de las cosas del ruido mediático que se haga sobre ellas.
Fue noticia, y bomba además, el cierre de diario Egunkaria, en febrero de 2003, y las acusaciones de pertenencia a ETA de miembros de su directiva y consejo editorial, pero no fue ni lo es, o muy poco, la retirada de la acusación por parte del fiscal. Son muchos los medios de comunicación que hablaron y han silenciado ese estado poco claro del procedimiento que hace pensar en la exculpación total. Eso lo dice todo y se comenta solo.
Estoy persuadido de que este asunto tiene un fondo político que va mucho más allá de la acusación de pertenencia a ETA; un fondo oscuro y poco honorable en un estado de derecho: si se trata de causar daño al adversario/enemigo político cualquier medio es válido, hasta la utilización torticera de la ley, sobre todo esta. No basta con decir “Hablarán los tribunales”, después de haberlos azuzado, como quien hace una apuesta y espera que el resultado le sea favorable. Hasta ahora, en el caso Egunkaria, se han producido unos daños, personales y materiales, que me temo sean irreparables, y eso deja en entredicho un sistema legal que, gracias al procedimiento penal que puede poner en marcha, produce indefensión efectiva.

TODOS LOS MUERTOS.- Se celebraba al día siguiente del de Todos los Santos. En algunos países y culturas se sigue celebrando de ese modo. Ese o este, poco importa, es el día en que honramos con el recuerdo a los que se han ido, aunque formen parte de nosotros y nos falten a diario, y en el recuerdo escuchemos sus voces, veamos su mirada, sus manos, los episodios de su historia ligada a la nuestra. No creo que haya lector de estas líneas a quien no se le haya muerto algún ser querido, no por fuerza familiar, aunque la relación que haya tenido con él haya sido fraternal y como tal vivida, por su intensidad. Estoy seguro de que voy a ser comprendido en esta página que el dolor hace de una privacidad compartida, por todos los que estos días sienten la pérdida de aquellos a los que quisieron y por ellos fueron queridos. Para mí este ha sido un mal año. Han fallecido amigos muy queridos: el arquitecto Lino Plaza Tuñón, de Baztán, hace unos días, el médico Enrique Izaguirre, del hospital de Txagorritxu, hace unos meses, como también Pablo Antoñana o aquella eminencia que fue Carlos Castilla del Pino, de quien me acuerdo todas las mañanas a la hora en que me pongo a trabajar porque también era la suya, ya octogenario avanzado, poco importaba, estaba en la cancha, entregado a su profesión, a sus empeños. Estas personas, y también otras, me han dado unas ejemplares lecciones de cómo vivir la vida, de cómo y por qué amarla, y sin discursos solemnes me hicieron ver que mientras amemos, deseemos, gocemos de las cosas y de los dones de la existencia, nos entreguemos con pasión a lo que sabemos hacer, esta vale la pena, y es algo más que un lugar común, una frase hecha. Lo saben las muchas personas que les conocieron, les trataron y les apreciaron, y hoy leerán estas líneas. Ellos se merecían este recuerdo; que los lectores que no les conocieron pongan en su lugar el nombre de las personas que les faltan de manera irremediable.

domingo, 11 de octubre de 2009

¡ARRIBA LAS MANOS!

ES el último grito y la última incógnita: a dónde van a dar las manos y los dedos, los del dos de oros, los de quiénes andan en la cosa pública y sus aledaños, si al cajón, a la cartera, al lomo del que te hace rico, a la boca o a la cabeza... Para hacer una cosa o indicar otra...
No he de callar por más que con el dedo,/ ya tocando la boca o ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo./ ¿No ha de haber un espíritu valiente?/ ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/ ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Lirismos al margen (porque aunque sean versos hermosos no vienen al caso y a mí al menos no me conciernen), a todos nos gustaría tener un amigo como Juan Luis de la Rúa, el magistrado que exoneró al presidente del PP valenciano, Francisco Camps, de las acusaciones de cohecho, y otras, y que pasará a la historia como el “más que amigo”.
A buen seguro que, de haber tenido tan bien togados amigos, la suerte de Mario Conde hubiese sido distinta. Y la de tantos otros de los figurantes de este guiñol burlesco de la política nacional que tarde o temprano terminan en los tribunales por haber metido la mano en el cajón de los dineros o similares, o como en el caso de cargos electos y no electos del Partido Popular, de haber ayudado a que otros la metieran.
Entre unos y otros nos han demostrado que la cosa pública es un negocio de campeonato. ¿Para todos los que, de la manera que sea, participan de ella? No lo creo. Sería llevar el asunto demasiado lejos, aunque no dejen de estar bajo sospecha.
Semanas después de esa escandalosa exoneración judicial, ya recurrida por la fiscalía, la investigación de la trama de la corrupción que no amenaza en absoluto con hundir al PP, hace aflorar coches, joyas, relojes, putas, todos millonarios, como símbolos de una vida que está muy lejos, en otro mundo que el de las colas del paro que crecen sin parar, los ERE, las suspensiones de pagos, las quiebras inevitables, los recortes salariales... Ha habido y hay mucho dinero suelto.
Oh, sí, demagogia, todo es demagogia, sobre todo cuando la desvergüenza crece. No gritéis “¡Al ladrón!”, si os roban la cartera, porque os acusarán de difamación y de calumnia.
Las conversaciones telefónicas intervenidas retratan bien no ya al genuino y engominado ambiente pepero, sino el del alegre compadreo que gastarían los bandidos que, tras el “¡Sésamo ábrete!”, entraban en la cueva donde se guardaba todo lo robado, tinajas y tinajas rebosantes de monedas y joyas: la cueva de Alí-Babá, según una iconografía clásica.
¿Hasta qué punto era consciente de todo esto el magistrado que alegremente exculpó a Camps que a todas luces se encuentra en el epicentro de este revuelto pozo negro?
Ahora sigue habiendo tinajas, colchones, además de cuentas en organizaciones financieras de paraísos fiscales, lo más parecido a bandas de malhechores: el crimen organizado hecho modelo social.
Eso, esa mugre que ahora sale a la luz, es lo que había detrás de los mares de banderitas rojigualdas y peperas agitadas en eventos organizados por esta horda; es lo que latía, venal, detrás de la Patria, del Honor y de todas las mandangas de los mítines cuyo objetivo último no era ni es otro que el que una tropa de oportunistas se hagan de oro.
Iban, van a traer, siempre, otra España. ¿Cuál? La que impera por todas partes, la del Bigotes y Correa, la de Camps que se viste de lujo por cuenta ajena, la del magistrado que exonera a su amigo, la de los bancos que tienen a un país en un puño mientras sus directivos se hacen de oro.
El único modelo social que parece de verdad válido en este tiempo es este: relojes de 25.000 euros, coches de 65.000 que paga el moro Muza, trajes a docenas a cambio de concesiones y trato favorable, viajes millonarios y mucho dinero en metálico, en billetes de 500 euros... Y estos signos de riqueza y prosperidad no son ni mucho menos los únicos. ¿Es este el modelo de sociedad neoliberal del bienestar que propone el Partido Popular?
Hay de nuevo mucho dinero fuera de España, fuera de Europa y lejos, y sobre todo a salvo, de sus jurisdicciones. El suficiente como para que estos mangutas aguanten, si es que finalmente les caen, unos cuantos años de cárcel y poder vivir el resto de lo que les quede de vida sin cuidados. Saben como hacerlo. La ingeniería financiera está para eso. Ni son los primeros ni serán los últimos.
Llama la atención que las rebeliones contra el sistema, como las que han estallado esta semana en Estambul, sean tan reducidas y se limiten a romper las lunas de unos bancos que pagan los seguros, otro negocio, cuando es a los banqueros, a los intocables, a quienes habría que llevar al cepo.
Y Camps, el presidente valenciano, no dimite y sonríe. Y no dimite porque le protege la dirección del PP. No hay día que no salgan a la luz nuevos y más indecentes datos de las actuaciones de miembros de ese partido. No resulta creíble que nadie supiera lo que estaba pasando. Cualquiera, en el caso de Camps, habría dimitido. Pero no, estos son unos campeones en luchar contra la evidencia, las pruebas, los testimonios. Se sienten impunes y están protegidos, encima, por sentencias, como la de Camps, que dejan a la Administración de Justicia española bajo sospecha.
Y también llama la atención el poco clamor popular, la muy poca alarma social que suscitan estos hechos si los comparamos con su gravedad. Tal vez nos hayamos acostumbrado al robo y este nos parezca natural. Tal vez sepamos que pase lo que pase aquí no pasa nada, y tal vez tengamos demasiado miedo a desentonar y a ir a contracorriente.
Tampoco suscitan grandes comentarios las amenazas de las que ha sido objeto el concejal de NaBai por el Ayuntamiento de Ansoain, por parte de Falange y Tradición.
Salvo que podamos sacarles partido, hay que minimizar las cosas.
Las voces críticas desde dentro del PP han sido tardías y suenan más a “Sálvese quien pueda”, a eludir responsabilidades y a blanquearse a costa de la ignorancia propia y la mugre ajena, que a otra cosa. Queda de mala comedia el ponerse digno a estas alturas cuando hasta ayer mismo se ha venido negando la evidencia y da risa ese echar a los leones a los personajes de segunda fila. No resulta creíble que nadie hasta ahora supiera nada de la manera en que, bajo los mismos bigotes de José María Aznar, una banda organizada, bien organizada, se estaba haciendo de oro a costa de su españolísima manera de ver las cosas y sentir la vida.

sábado, 3 de octubre de 2009

HECHA LA LEY, HECHA LA TRAMPA

HACE unos meses, la alcaldía de Pamplona, en manos del partido de la derecha autoritaria navarra, gracias a pactos que burlaron la presencia de la que fue la segunda fuerza más votada en Navarra (y uno de los odios que ponen en marcha el poco seso político que le queda al presidente Sanz), rebautizó una de las plazas más conocidas de la ciudad, la del Conde de Rodezno, como “del condado de Rodezno”, sin otro motivo que el de eludir de esa manera el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en lo referente a los nombres de notorios personajes del régimen franquista y del alzamiento militar del 18 de julio de 1936 que figuran en calles y plazas.
A nadie se le oculta que el papel que jugó el conde de Rodezno en las semanas anteriores al alzamiento militar del 18 de julio de 1936 fue determinante para que salieran a la calle, como voluntarios, los tercios de requetés que llevaban ya años recibiendo entrenamiento y formación militar. Todo el que se asome a la historia de aquellos días puede saber de la entrevista que mantuvieron, en los claustros de la catedral de Pamplona, el general Mola y el conde de Rodezno, días antes de la sublevación, y que fue determinante para que la Comunión Tradicionalista se decidiera a participar en un golpe de estado junto al ejército de Mola, el golpista.
Me consta (de manera documental además) que Rodezno sabía, días antes del alzamiento, la fecha en la que iba a producirse este, por lo que pudo avisar a algunos amigos suyos, y diputados como él a Cortes, para que se fueran de Madrid y salvaran de ese modo la vida. Pero aquí se trata de decisiones políticas abusivas del siglo XXI y no de juzgar a la persona.
Omitir y silenciar esos, y muchos otros datos, concretos, ineludibles, históricos, la mayoría de ellos de dominio público, es un acto de mala fe política y de burla de nuestra historia. Pero esto se omite y se calla por los historiadores del régimen (al actual me refiero), los gacetilleros y los turiferarios, y los habituales perros de prensa de la derecha que, al menos con su silencio, avalan lo que a origen es un fraude y solo un fraude.
El del conde de Rodezno fue uno de los nombres que figuraban en el famoso auto del juez Garzón que ha llevado a este ante los tribunales por prevaricación. No entro en si había o no motivo concreto, me refiero a la actuación de la Barcina, cómplice, por su autoritarismo, con el estado de cosas que provocó aquel 18 de julio, porque en su honor y memoria ha actuado, y actúa de manera trapacera, con sentencia judicial o sin ella.
Dado que los originales mecanoscritos de las memorias políticas de Rodezno están, según inventario oficial en manos del departamento del Korpax, en una biblioteca navarra declarada bien de interés cultural y por lo tanto abierta para consulta a los investigadores, no estaría mal que se estudiaran de una vez esos documentos, antes de que desaparecieran, como otros.
Es decir, que para evitar retirar el nombre del conde de Rodezno, se volvió a dedicar la plaza, de manera trapacera, al título nobiliario cuya vinculación histórica con el Reino de Navarra es, en la práctica, nula, dado que su aparición en escena se debió al chalaneo de las actas de diputado decimonónicas, cuando se descubrió que la política parlamentaria es un negocio de campeonato, y no a arraigo familiar o catastral.
Las genealogías cantan y la historia también. Por poner un ejemplo, me extrañaría que con anterioridad a la Ley Paccionada de 1841 pueda encontrarse su nombre entre los asientos a Cortes del Reino.
Al margen de su papel dentro de la Comunión Tradicionalista es difícil encontrar una actuación que le haga a Rodezno más merecedor de calle o plaza que a otros políticos navarros de la época, por ejemplo a Miguel Gortari Errea: ni trajo la industrialización -¿No fue suya la frase “Antes la muerte que la industria”?- ni la universidad del Opus, los dos factores sociales, a origen, del cambio radical que ha experimentado Navarra.
Puestos a dedicar plazas a títulos nobiliarios navarros con relevancia histórica se me ocurren unos cuantos. Pero aquí no se trataba de honrar la memoria de título nobiliario alguno, en el año 2009, sino de burlar lo preceptuado en la Ley de Memoria Histórica en relación a las consecuencias de la Guerra Civil española que empezó en Navarra con una virulencia singular, y en consecuencia, el actual nombre de la plaza tiene que ver con el franquismo puro y duro en la medida en que se cambió solo y exclusivamente por ese motivo.
Se trataba de no dar el brazo a torcer y de negarse a borrar del callejero de Pamplona el nombre de una calle que sigue siendo un símbolo de casta para los herederos directos del 18 de julio de 1936: el lugar donde se alza el cuesco arquitectónico que alberga los restos de los generales golpistas Mola y Sanjurjo (y de los tres primeros navarros caídos en combate). Es tan vergonzoso el asunto que han tenido que tapar todas las inscripciones y cerrar a cal y canto la puerta de lo que habían convertido en galería de arte. Un perfecto despropósito. Y no hay otra.
Y eso al juzgador, que le ha dado la razón a la alcaldía, le consta de manera cumplida y palmaria, por mucho que retuerza sus argumentos haciendo de la falacia retórica encaje de bolillos, para acabar dando la razón a la derecha autoritaria que hace de su propia historia, burla.
Se ha elevado a realidad jurídica una triquiñuela de mala fe política urdida eludir el cumplimiento estricto de lo estipulado en la Ley de Memoria Histórica, porque, insisto, ese y ninguno otro fue el motivo del cambio de denominación de la plaza.
Para dedicarle la plaza al condado de Rodezno no hay otra fundamentación jurídica, histórica o social que la que se necesita para dedicársela a Copito de Nieve, el famoso gorila del zoo de Barcelona, o al pícaro Estebanillo González, hombre de buen humor, que pasó por Pamplona en tiempos virreinales. Es una cuestión de votos y de mala fe política, que es la que ha lucido a lo largo de todo este caso.
Con todo, valiosa sentencia esta del TSJN que permite orientarse sobre cuál es el criterio de la magistratura española, con relación, no a la letra ni al espíritu de la Ley de Memoria Histórica, sino a su puesta en práctica, haciendo bueno el dicho famoso: “Hecha la ley, hecha la trampa”.
Es lo que piensan y dicen en privado hasta los beneficiarios de la sentencia, sobre todo estos. Y a carcajadas. Puede que no sea “una exaltación del franquismo”, pero es una burla.

Publicado en Diario de Noticias, de Navarra, el 4.10.2009

"Un artículo del conde de Rodezno", por Víctor Moreno.

lunes, 28 de septiembre de 2009

EL VIAJE DE EVO MORALES

LA visita oficial que hizo Evo Morales a España la semana pasada tuvo como efecto que el acoso mediático que se practica sobre él y su gobierno bajara de intensidad, al menos durante unos días. Las últimas semanas se habían recrudecido las críticas a su labor de gobierno, nunca centradas en asuntos concretos y probados de manera cumplida, que es la actitud habitual que se ha tenido hacía él desde que accedió al poder, a través de unas elecciones limpias por una mayoría indiscutible. Evo gobierna con una mayoría conquistada en las urnas. Es algo que conviene no olvidar.
Pero la visita, ya digo, hizo que las cámaras le enfocaran, no en el fondo de su discurso político de gran calado -que el lector interesado puede encontrar entero en Bolpress , el más fiable portal de Internet de noticias bolivianas-, sino a la caza de posibles pifias, tal y como se practica con Hugo Chávez, para regocijo del público y detrimento de la imagen pública del mandatario.
Lo importante para la prensa no es lo que dijo, si no si se equivocó en algo, si tuvo, el de la chompa, pues no de otra manera se le trata, alguna metedura de pata protocolaria, y que en vez de reino dijo república, lo que ya a estas alturas es una lástima que este país no sea de una vez. Mirar a Evo Morales por encima del hombro por ser indígena aimara denuncia la catadura moral de quien mira, más que la del que es mirado. Evo Morales tendrá mucho o poco camino que recorrer, pero algo ha recorrido ya; y ese camino de logros sociales indiscutibles no se le reconoce nunca; ni allá ni aquí. Eso no es jugar limpio. A Evo Morales se le acusa de hacer propaganda electoral en Madrid ante una plaza de toros llena de compatriotas que la acogieron como a un dios , en palabras de una de las mujeres entrevistadas ante las cámaras. Tal vez sea un poco excesivo, pero expresa bien lo que quería decir la mujer. Y las de la plaza de toros de Leganés fueron una imágenes muy hermosas, muy emocionantes, tanto para los que estaban como para los que lo vimos como espectadores lejanos.
Hace unos meses tuve la suerte de asistir a la entrega de cheques de ayudas por parte de Evo Morales en la localidad de Pocoata, en el norte de Potosí. Vi las caras de los indígenas que asistían al acto, a pie de la tribuna, porque estaba junto a ellos, en el mogollón. Eran gente muy pobre y sus caras expresaban la admiración, la incredulidad, el orgullo legítimo, el arrobo: uno de los suyos, por fin, estaba subido a la tribuna y era el que llevaba la voz cantante. Aquella escena lo decía todo y a mí, como otras, me enseñó mucho. Evo es distinto y eso inquieta. Evo es escasamente moderno, neoliberal, jacobino y propone modelos sociales muy distintos a los habituales y convencionales, aunque viniera de negociar la puesta en órbita del satélite de comunicaciones Tupac Katari (llamativo el desconocimiento de la prensa de quién fue ese personaje). Y eso irrita e inquieta a la derecha boliviana, que tiene algo que perder en el envite, y a los medios de comunicación europeos que representan intereses empresariales o ideológicos exclusivos de una clase social que tiene o podría tener -si les dan opción a saquear Bolivia- beneficios que perder.
Evo Morales, en su discurso de Leganés, se refirió a la revolución bolivariana que se está llevando a cabo en varios países de Latinoamérica, pero también pidió cosas concretas y elementales: que se deje de tratar comoilegales a los inmigrantes, esto es, como delincuentes, que, como mucho, son indocumentados en el sentido de carecer de papeles oficiales de identidad españoles, aunque tengan instrucción superior o muy sólida, sobre todo por lo que a sus derechos civiles y políticos se refiere, algo que en Bolivia llama mucho la atención. Hay muchos bolivianos en España. Casi un cuarto de millón entre cifras oficiales y oficiosas, y sólo unos cien mil tienen regularizada su situación. En estricta justicia, alguien tiene que pagar por el empleo abusivo de trabajadores en situación irregular, sin prevención social de clase alguna y desprovistos de derechos elementales efectivos. No se puede perseguir como delincuentes a quien no tiene papeles, y no hacer lo mismo con quien se aprovecha de esa situación para cometer delitos tipificados con total claridad por las leyes. El caso del panadero boliviano que perdió un brazo en una máquina es una caso de referencia obligada, aunque no el único.
Y puso una vez más el dedo en la llaga de la desmemoria española. Habló de la inmigración española a la América rica del siglo XIX y XX, por motivos económicos y políticos, y de la acogida que tuvieron esos inmigrantes, tan diferente a la que ellos reciben ahora. No hay reciprocidad, ni siquiera sentimental, alguna. Entre quienes explotan a inmigrantes hay antiguos emigrantes a Alemania o a Suiza o a Francia. También abogó el Evo por una ciudadanía universal, y eso es mucho pedir. Eso es denunciar de manera rotunda que entre la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y su práctica hay un abismo administrativo, legal, financiero, político, tal vez insalvable, aquí mismo, en Europa, donde hay países de primera y de segunda: grandes sueños, pobres realidades.
Y por si fuera poco, también pidió Evo una actitud solidaria en la oposición al establecimiento de bases norteamericanas en Latinoamérica recurriendo a algo que se sostiene con los hechos: donde hay bases, hay golpes. No es que las relaciones de Morales con los norteamericanos sean fluidas, es que jamás se han examinado cuáles han sido las intervenciones concretas de la Embajada norteamericana en conflictos internos bolivianos, ni los sólidos motivos que tuvo para expulsar de territorio boliviano a la agencia que operaba en el Chapare.
Por Bolivia corre un chiste que dice que en Estados Unidos no ha habido nunca un golpe de Estado porque no hay embajada norteamericana.

¿DÓNDE ESTABAN?

LA de la detención de criminales de guerra, torturadores y asesinos al servicio de dictaduras sangrientas viene siendo una noticia habitual; aunque menos de lo que debiera. Hay muchos más de los que son detenidos y no todos están escondidos ni mucho menos. Poco importa la edad que tengan, mientras estén vivos y se les pueda juzgar y condenar con pruebas aplastantes: todos sus crímenes y su participación directa o indirecta en ellos, eran públicos y notorios.
Días pasados, en Valencia, fue detenido un piloto de una aerolínea de bajo coste holandesa, de nacionalidad argentina, que se había jactado en varias ocasiones de haber arrojado vivos al mar detenidos de la dictadura: los famosos vuelos de la muerte.
El piloto, Julio Alberto Poch, que, en la foto de su detención, aparece sonriendo de manera chulesca (es lo que dice el espectador que piensa que no tiene motivos para sonreír), lejos de estar arrepentido, se mostraba orgulloso de los crímenes cometidos, a ese límite de jactancia que lleva al crimen sin culpa al rango de hazaña deportiva. Un tipo capaz de todo, de cualquier cosa, sin escrúpulos... así es como se mostraba ante sus compañeros de cabina, que seguían volando en su compañía.
La Argentina tiene un historial de verdad negro en la historia de la represión. Son muchos miles los desaparecidos entre los años 1976 y 1983, muchos los torturados, muchos los niños robados, y no demasiados los autores –en todos sus grados de autoría- juzgados y condenados por los delitos cometidos. Es verdad que la ley de obediencia debida ayudó mucho a que los autores de los crímenes menos protegidos por su grado militar pusieran tierra de por medio y se refugiaran en otros países.
El honorable ministro del interior Manuel Fraga Iribarren –Montejurra y Zaramaga, en Vitoria- tuvo como jefe de seguridad a un peligroso criminal, Almirón, a quien, estando perfectamente localizado, costó mucho extraditar a la Argentina para que respondiera de sus crímenes.
España fue durante el franquismo una gloriosa tierra de asilo para criminales de guerra nazis o filo nazis, unos más conocidos que otros. Hubo colaboracionistas franceses y belgas; hubo nazis alemanes y fascistas italianos; y hubo, hasta muy entrados los ochenta, criminales rumanos, como Horia Sima que falleció en 1993, creo que en la Costa del Sol, y estuvo muy cerca de los Guerrilleros de Cristo Rey, y ustachas croatas. Unos estuvieron de paso, otros, los menos, se quedaron. España fue tierra de asilo para neofascistas italianos y argentinos, y para miembros de la OAS argelina. La Costa del Sol y el Levante español, un paraíso, como lo es hoy para las mafias.
Hace unos meses, un tribunal condenó al oficial alemán Josef Scheungraber, de 90 años, a cadena perpetua, por el asesinato de civiles en un pueblo italiano. Una vez más el acusado se prevalió de su condición de militar profesional para exculparse: o bien actuó en situación de obediencia debida o los crímenes los cometieron otros cuerpos represores.
No eran militares, eran asesinos con uniforme, que se ampararon, eso decían ellos, en la obediencia debida, para silenciar que creían a pies juntillas en lo que hacían: en la fuerza y preeminencia de la raza, en la eugenesia, en la necesidad racial de exterminio de judíos, de gitanos, de asociales, de homosexuales, de comunistas... Basta leer a Ernst Jünger para saber en qué creían los militares alemanes. No eran sólo alemanes. Los hubo rumanos, checos, ucranianos, letones, serbios, croatas...
Pero lo más asombroso del caso de Scheungraber, como en el del argentino, o como en el famoso de Klaus Barbie y el doctor Muerte, es que no solo estaba plenamente localizado, sino que habían estado viviendo entre sus vecinos, sus connacionales, y que como otros SS y agentes de la Gestapo no fueron inquietados al término de la guerra mundial o apenas, nunca en proporción a los crímenes cometidos. Muchos criminales encontraron asilo en Estados Unidos con pleno conocimiento por parte de las autoridades norteamericanas de su pasado nazi. Basta repasar las hemerotecas y ver a qué edades se les ha dado caza y qué dificultades legales han tenido que vencer tanto los instructores como las acusaciones privadas para conseguir unas extradiciones y unos juicios más simbólicos que otra cosa.
Ya fuera en su propia tierra, protegidos por la habitual epidemia de amnesia colectiva que acomete a los países devastados, o en Estados Unidos, España o en el “corredor nazi” latinoamericano, casi todos ellos, vecinos de sus vecinos, se dedicaron en la medida en que pudieron a borrar y sobre todo a emborronar su pasado, justificando los crímenes cometidos, amañando su recuerdo y sus propios mecanismos de memoria, redondeando el no saber, el delegar, el obedecer, el que fueron otros lo autores. También pusieron sus “conocimientos” al servicio de dictaduras criminales, como Barbie en Bolivia.
El caso del piloto argentino es diferente. Protegido por unos documentos de identidad que le otorgaban la protección de otra nacionalidad, se permitió de manera al parecer reiterada el lujo de jactarse de haber arrojado vivos al mar a personas adormecidas a la fuerza. Se debió sentir muy impune para revelar semejante atrocidad. Además tenía que saber que estaba perseguido por jueces argentinos. ¿Contaba con la lentitud de los juzgados argentinos renuentes, como lo han sido los españoles en otros casos, a remover el pasado? Cuesta remover el pasado. Cuesta meter el pico y la pala, llevar adelante el sumario, inquietar a quien todavía tiene algo de poder social, aunque sea residual. Esas historias acaban salpicando al sistema social que permitía la impunidad, a sus policías, a sus gobernantes, a todos los que, sabiendo quienes eran, se han encogido de hombros o les han dado cobertura.

domingo, 13 de septiembre de 2009

CUESTION DE FIRMA

Y por lo que se refiere a la cuestión de las firmas que al parecer quiere reunir el gobierno de Navarra siguiendo los pasos de Urralburu, en apoyo de la policía, los militares, los jueces y los fiscales, habrá que concluir que, ellos, los políticos que comen, hacen su pequeña fortuna y sus negocios al amparo de las actas, pueden firmar por si solos o en representación de sus votantes, lo que les venga en gana, pero pretender que eso se firme a título particular es algo más que un abuso, es una indecencia.
Con ETA de por medio o sin ella, con o sin terrorismo, jamás firmaré nada en compañía de ninguna de las personas que promueven de la manera que sea semejante documento.
Esa es una forma de elaborar una lista negra de virtuales cómplices de ETA: todo los que no firmen son cómplices de ETA, perseguibles por tanto, anulables, asociales, delincuentes, o como tal tratados, sin que haya ley alguna que avale ese atropello. Eso es mentira y ellos lo saben. Quieren carta blanca, quieren perpetuarse en el poder, quieren, sobre todo, cerrar el paso a cualquier movimiento de izquierda que pueda darse en Navarra. Son gente de su tiempo.

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS.- ESTA semana, el juez Baltasar Garzón ha pasado ante los tribunales para declarar como imputado por prevaricación, a resultas de unas actuaciones judiciales iniciadas a instancias de ese montaje político de extrema derecha que se llama Manos Limpias y que presentó contra él una querella.
El delito del que se le acusa al juez Garzón les resulta a los Manos Limpias imperdonable: intentar abrir una Causa General a contrapelo. Eso es prevaricación, esto es, una decisión judicial tomada a sabiendas de que es injusta.
Es decir, a Garzón se le acusa de intentar abrir una causa sobre la Guerra Civil española que vendría a ser el equivalente a la que en la inmediata posguerra abrió el ministro Aunós sobre los crímenes cometidos en el Madrid llamado “rojo” y que acabó publicada en un libro hagiográfico cuyas páginas más que a la piedad, inducen a la repulsión, no ya por los asesinados (y el horror de las fotografías con que se ilustra el texto), sino por los que en su nombre tenían llenas las cárceles, se ensañaron en juicios farsa, como el de Las trece rosas y dejaron las tapias como coladeros.
Ese mogollón que atiende por el nombre de Manos Limpias, y que no estaría mal que la fiscalía general del estado investigara –composición, actividades concretas y financiación- se ha querellado contra el juez Garzón y este ha tenido que sentarse en el lugar de los imputados en el que él tanta gente ha sentado ya, para ser cuando menos interrogado.
El juez, en su primera comparecencia, se negó a responder a las preguntas de los Manos Limpias. E hizo bien. Él sabe que negarse a responder es una forma de desautorizar o no reconocer a quien pregunta. Garzón no les reconoce a los Manos Limpias autoridad moral o competencia para preguntarle ni la hora.
Es improbable que Garzón salga malparado de esta querella por muchos enemigos que pueda tener en los tribunales, que los tiene, pero mientras tanto va a tener que pasar por todos los enojosos trámites de cualquier imputado y dar cumplidas explicaciones. Algo que le va a convertir en la estrella indudable del acto porque, salvo que el presidente del tribunal le quite la palabra, como hacen con otros, va a poder explayarse en los motivos concretos que le impulsaron a abrir su Causa General contra el régimen franquista, lo que va a equivaler a una puesta en la picota de sus protagonistas, circunstancias, bajo la mirada de juristas internacionales.
En resumen, que el procedimiento judicial, si está bien llevado, va a conseguir todo lo contrario de lo que a los Malos Limpias, en la medida en que son de los de no remover, indignaba y echaba a los combates judiciales mediáticos. La justicia no creo que sea lo que más les preocupe a los manos limpias.
¿Pro o contra Garzón? A esta pregunta se puede responder de muchas maneras. Cabe el apoyo incondicional y caben las reservas, tanto las judiciales como las políticas.
Y a propósito de apoyos, los políticos de la derecha navarra, en el colmo de la indecencia, quieren que los ciudadanos firmen un documento en apoyo indiscriminado de todas las actuaciones fiscales, policiales y judiciales en contra de ETA. Quieren carta blanca, no otra cosa.
Yo no sé si los Manos Limpias representan intereses sindicales ni de qué tipo son estos, pero donde realmente se lucen es en su oposición radical a todo lo que signifique ejercicio de la “memoria histórica”, un derecho que ha costado mucho que fuera reconocido por las leyes, y pasara de ser algo privado, mal visto y clandestino, cuando no perseguido, a ser algo que, al menos en público, debe ser tolerado y apoyado, aunque este apoyo choque con imponderables administrativos.
Lo que está sucediendo con la fosa donde se supone que está enterrado García Lorca, convertida durante décadas en un símbolo de todas las fosas, demuestra a las claras que las espadas siguen en alto.
Aquí no se trata de si Garzón ha prevaricado o no, sino del fondo del asunto: su órdago en el procesamiento de altos cargos de los primeros tiempos del régimen franquista, aunque fuera público y notorio para cualquier ciudadano que la totalidad de los encausados hacía tiempo que había fallecido. Que siguieran y sigan en el Panteón de los Hombres Ilustres de la Patria, convertidos poco a poco, en signos identitarios de la derecha, es otra cosa. Convertirlos en intocables históricos es uno de los puntales ideológicos de la derecha española.
Los Manos Limpias, a quienes tanto les preocupa las cosas judiciales, no parecen inquietarse por la bochornosa manera en que el juez de la Rúa exculpó al regalado Camps, convirtiéndose en “El Juez de los Regalos” que, muy hombre de su época, avaló el sistema de regalos por los favores políticos concedidos, aunque estos fuera, como son en el caso del Partido Popular, escandalosos. Al soborno se le llama regalo de precio.
Resulta asombroso que un juez se declare de manera pública y notoria y reiterada “amigo” del imputado y que los Manos Limpias no digan nada. Ni los Manos Limpias ni nadie si vamos a eso. Como si esa farsa pudiera adscribirse a uno de tantos casos que con una mezcla de derrotismo y pachanga se consideran “de Escopeta Nacional”.


miércoles, 19 de agosto de 2009

EL TIEMPO SE ACABA

ESTOS días pasados, dos de los forenses extranjeros que participan en la apertura de fosas comunes y rescate de restos de asesinados en la retaguardia al tiempo de la Guerra Civil Española, han declarado que se está acabando el tiempo. Se referían a que van desapareciendo los testigos directos de aquellas fechorías y a que cuando quedan no son, en muchos casos, fiables, porque eran muy niños cuando vieron, de cerca o de lejos, los crímenes y las brutales inhumaciones, en las que los asesinos no se ahorraron vilezas, como la de enterrar a una mujer emparedada entre dos hombre para que le dieran (Ribera de Navarra). A carcajadas.
Desaparecen los testigos directos y también los indirectos. Los lugares donde se encuentran las fosas tampoco son fiables. Las roturaciones de las concentraciones parcelarias, las talas y las obras públicas han desfigurado muchos paisajes. Me parece que quien dijo que sabía dónde podían estar los restos del general Miguel Núñez de Prado, encerrado en la cárcel de Estella y asesinado por orden directa de Mola, chocó con las obras de la autovía Pamplona-Logroño.
Muchos testimonios son de personas que escucharon el relato de lo sucedido a los hijos de los fusilados o de los desaparecidos. La gente de los pueblos ha vivido setenta años con la vista baja –estudiada humillación de detenido-, se han transmitido el relato de aquellos hechos en familia, y no siempre, con miedo a hablar, a que se supiera, a señalar a los asesinos y a quienes han heredado su memoria llevada a los altares civiles y políticos, intocables, absueltos por el tiempo, tanto que ni siquiera se sabrán sus nombres. Todos los trabajos que se hacen sobre lo sucedido omiten, por lo general, los nombres de los autores materiales de los crímenes: eran gente del pueblo o de la zona, muy conocida. Sus descendientes también viven y a falta de documentos probatorios o testimoniales directos, la ley les protege. Corren tiempo en que difamar es gritar “¡Al ladrón!” a espaldas de quien te ha robado la cartera.
El de la retaguardia de la Guerra Civil española, en lugares como Navarra y Álava, o en Guipúzcoa recién conquistada, es un caso de manipulación histórica de antología.
A la mayoría de los políticos de la derecha les molesta la insistencia de asociaciones en pro de la memoria histórica o de colectivos de los pueblos donde sucedieron los hechos y sostienen, con manifiesta desvergüenza, que los asuntos concretos y no concretos de la memoria histórica conciernen no a los voluntarios o a los familiares de las víctimas, sino a los historiadores. Pero los historiadores que se ocupan de estos asuntos, también les molestan, no son fiables, ni para los políticos ni para quienes les hacen el juego desde un periodismo de palanganeo. Todo en la memoria histórica es molestia salvo para los interesados, esto es, salvo para los herederos de los asesinados que hay que ver cómo reaccionan cuando encuentran los restos de sus familiares.
Hace un par de año, en un reportaje que ofreció EITB sobre la apertura de una fosa en un pueblo navarro, aparecía la declaración de un anciano, testigo de los hechos, que lloroso dijo de manera escueta: “Macagüen, qué tiempos aquellos”. De buena se había librado, de buena nos habíamos librado los espectadores, que eso éramos o eso somos muchos.
Estoy seguro de que para quienes ven la Ley de Memoria Histórica y el apoyo social que propició su dictado, ese acabarse el tiempo del que hablan los forenses es un alivio. También estos días he tenido delante una fotografía tomada en 1978 y publicada en este periódico. Es de la apertura de una fosa común en un pueblo navarro. Entonces se empezaron, contra viento y marea, a abrir fosas, las de Monreal, por ejemplo. Era un tiempo borrascoso, en plena Transición, y con más autoritarismo policial y judicial de por medio. Quienes gobernaban, en todos los ámbitos, eran herederos del franquismo. Había que tener un coraje muy especial para ponerse a abrir fosas en aquellos años sin Ley de Memoria Histórica de por medio, cuando era más que probable que muchos de los asesinos de la retaguardia estuvieran todavía vivos.
En la fotografía a la que me refiero se ve, en primer plano a la izquierda, a un hombre mayor con la boina en el cogote, cabizbajo y a su lado un capacho con restos. por la edad fue estricto coetáneo de los hechos. Los vecinos y familiares de las víctimas rodean los restos. La expresión de algunos rostros es muy severa, otros están cabizbajos, ensimismados, viendo los restos de aquella gente que fue amontonada después de ser asesinada. Los más jóvenes tendrían la edad que yo tenía entonces, los mayores serán unos ancianos hoy y otros habrán sin duda fallecido. esa fotografía lo dice todo respecto a como el tiempo se acaba.
Llevar a la práctica la previsto en la Ley de Memoria Histórica está siendo una cuestión ardua. Quienes emprenden las labores de rescate de restos no siempre cuentan con facilidades oficiales, al revés, chocan con maniobras dilatorias, imponderables, cerrazones, triquiñuelas. Abundan los testimonios de impedimentos legales o puramente arbitrarios de uniformados y de no uniformados, para quienes esa ley es papel mojado porque cuentan con que el tiempo está de su parte, sigue estando de su parte. Cuanto más pase mejor para ellos y mejor para todos. Es cosa del pasado. No conviene remover.
Lo sucedido entonces no es cosa del pasado. Si lo fuera no levantaría las ampollas que levanta, ni encendería los enconos que enciende. Que es una cuestión candente lo prueban las declaraciones de los políticos y la negativa cerril y fraudulenta de algunos de ellos, como la alcaldesa de Pamplona, a dar estricto cumplimiento a lo preceptuado en la Ley de Memoria Histórica, y las enconadas discusiones que se pueden encontrar en los foros de Internet, más bien trincheras muchos de ellos, a favor o en contra del ejercicio de la memoria histórica en la apertura de fosas comunes, con mi verdad contra la tuya, y sobre todo encima.

domingo, 2 de agosto de 2009

RECORDATORIOS MOLESTOS

El ambiente político, y cívico en consecuencia, que se vive en torno a las afirmaciones de la memoria histórica y a su ejercicio por parte de los vencidos en la Guerra Civil y de los herederos de los asesinados a consecuencia de esta, justifican el vandalismo contra las placas que recuerdan fusilamientos, muertes por causa de las condiciones de vida que se vivían en las prisiones franquistas o en los Batallones de Trabajadores, desapariciones, y deportaciones.
De haber un clima de verdadero consenso respecto a la ley de Memoria Histórica y a su ejercicio, de tolerancia, sentido de la justicia y respeto mutuo, no se habría roto una placa como la del cementerio de Artica, en recuerdo de los muertos de la fuga del fuerte de San Cristóbal/Ezkaba, ni hace un par de meses se habría estropeado el monumento levantado en Artesiaga en homenaje a los llamados “esclavos del franquismo”, soldados del Ejército republicano obligados a construir obras públicas (de intención militar entonces) en los Batallones de Trabajadores, de los que, por cierto, “desertaban” a más y mejor, internándose en Francia, de donde los gendarmes los devolvían, a no ser que aceptaran alistarse en “los parachutistas”.
Está claro que no solo los autores de la fechorías ven esos recordatorios como un agravio intolerable, sino que una parte significativa de la sociedad los ve de igual modo. El silencio político, o el murmullo a regañadientes, de la derecha (¿solo de la derecha?) ante esos hechos lo dice todo. No les gustan, ni los actos, ni las placas, ni los monumentos, y se encojen de hombros cuando se destruyen o dañan, con una clara intencionalidad política, no por mero vandalismo. En toda esta historia nada es casual ni aséptico, ni puede serlo. Recordar a un asesinado por sus ideas políticas no puede hacerse con independencia de estas. Sería un sarcasmo, anden de por medio “diferentes sensibilidades” o, como dicen en el Ulster, “diferentes tradiciones”. Y quien rompe una placa en recuerdo de un muerto, lo que te quiere decir, y te lo dice, es que si pudiera, si tuviera ocasión, te rompería la crisma porque ganas no le faltan. Barbarie esta que hay que minimizar y catalogar en el apartado “residual”, “marginal”. Porque no lo son, como tampoco lo son las agresiones que sufren monumentos como el de Juan María Jaúregui, entre otros que recuerdan a las víctimas de ETA. La dialéctica es la calidad de los muertos: los míos son mejores que los tuyos.
Tampoco son asépticas, casuales o técnicas, las destrucciones, tan oficiales como ilegales, perpetradas en el Fuerte de San Cristóbal, para impedir que se pueda reconstituir y recordar de manera veraz lo que allí sucedió y no para no herir, una vez más, sensibilidades; en este caso las de los carceleros, ya que las de los encarcelados y sus herederos no importan o importan poco, porque se les pretende imponer cómo deben ser recordados y cómo no.
Firme quien firme las agresiones, ya sea con un casposo “Viva Cristo Rey”, hecho emblema de violencia sectaria, con un Víctor franquista o con nombres de grupos políticos inexistentes, a setenta y tres años vista del comienzo del comienzo del Escarmiento –“tal día como hoy”, según la retórica-, una parte importante de la sociedad, la que se expresa con la “sensibilidad” o la “tradición” del “es mejor no remover”, que equivale a un “no me remuevas”, piensa que los muertos están bien muertos allí donde estén enterrados, que la historia está suficientemente escrita, por historiadores altamente competentes, independientes siempre, ecuánimes cómo no, y que “no conviene abrir viejas heridas”, como si los perjudicados fueran los verdugos y no sus víctimas, y el dolor del recuerdo a defender sea el de los herederos de los asesinos y no el de las familias de los asesinados cuya presencia al lado de las fosas comunes que se abren cada día se reprocha como algo indeseable.
Al que no hablen las viudas, les sigue que no hagan acto de presencia los supervivientes o herederos de las víctimas.
Eso no es de extrañar si la mayoría de quienes sostienen el famoso “mejor no remover” son herederos políticos del franquismo y sus proyectos políticos diseñan una sociedad autoritaria. Para estos, los muertos del fuerte de San Cristóbal/Ezkaba, como tantos otros, estaban bien muertos y no molestaban a nadie, hasta que los desenterraron. Eso empezó a estropear mucho el paisaje. Exhumadores benévolos y enterrados componen una santa Compaña que molesta a la vista. Hay lugares donde está mal visto acordarse de los vencidos, del motivo por el que fueron vencidos, como lo está acordarse de quienes fueron asesinados por defender ideas democráticas, como Juan María Jáuregui, entre muchos otros. Mis muertos son mejores que los tuyos, también aquí.
Esto me ha recordado un episodio que relata José de Arteche en un buen libro, Un vasco en la posguerra. Diario 1939-1971. Es una anotación del verano de 1967, en San Sebastián.
Su interlocutor, el escritor navarro José María Iribarren, le dice a Arteche: “¡Dios mío! ¡Tener que morirse sin ver publicados los libros que uno tiene escritos...!”.
Arteche le contesta que él espera vivir lo suficiente como para ver publicados los suyos; pero Iribarren le replica con algo tremendo: “Tu caso es distinto. En el caso mío, viven todavía y vivirán los hijos y los nietos y parientes de muchos acerca de quienes tengo necesidad de decir toda la verdad. Y adoran su recuerdo. Los consideran como dioses”.
Ha pasado el tiempo, cierto, pero siguen viviendo supervivientes de la guerra y de la retaguardia sin enfrentamiento armado que, por ejemplo, a día de hoy no admiten otra jerarquía política que la de Cristo Rey.
Viven los hijos de los alzados, los nietos, los parientes, los deudos, los amigos y hasta los cuadrilleros vinosos de todos ellos, que, en efecto, tenía razón Iribarren, los consideran como dioses, intocables, dignos de una honras fúnebres excluyentes y perennes. Mientras haya ciudadanos que no es que tengan sacralizada la historia de la Guerra Civil, sino que ni siquiera sean capaces de poner, de manera remota, en tela de juicio la justificación de esta y de la represión, instruida y pensada con frialdad, de la retaguardia que le siguió, seguirán rompiéndose placas, cruces, recordatorios, en defecto de crismas, porque sus autores se sienten legitimados a ello, con ley de Memoria Histórica de por medio o sin ella, en la medida en que pertenecen a un grupo social que respeta las leyes solo si estas les convienen.

Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra, Gipuzkoa y Álava, el 19.7.2009

sábado, 21 de marzo de 2009

A MAZAZOS

AL margen de las andanzas de los corruptos del Partido Popular, de la dimisión del ministro de Justicia para satisfacer a los que jamás dimitieron por hechos mucho más graves, de la indecente actuación del magistrado Rosa (en cuyo caso procede la destitución y la apertura de diligencias, no la dimisión), la noticia de la semana ha sido sin lugar a dudas la del vecino de Lazkao que se lió a mazazos con la Herriko Taberna del barrio en el que vive, después de pasar una noche en vela pendiente de su casa destrozada por una bomba que puso ETA.
Pero casi lo más importante no es el hecho en sí, sino la pregunta que nadie ha hecho, al menos de manera pública, pero que salvo los guardianes de la esencias, no hay quien no haya contestado, y que abreviada vendría a ser algo así: “¿Está usted a favor o en contra de los mazazos?” Salvo las abstenciones de los sabios en la materia, los que saben cuándo, cómo, y con qué preciso lenguaje hay que hablar del asunto y cuándo no, ha habido respuestas no para todos los gustos, sino para los gustos de Unos y de Otros. Es decir, que las respuestas se han dado dependiendo de en qué lado de la evidente trinchera se esté.
Si estás en contra de ETA y de su entorno civil, con el que se identifican las herriko tabernas, la respuesta mayoritaria ha sido festejar el hecho, por considerarlo ejemplar -más desde luego fuera del territorio vasco o navarro que dentro, donde la convivencia forzosa tiene sus servidumbres-. Los modosos “No es eso, no es eso” o “No es ese el método” o más aún, “Con la violencia no vamos a ninguna parte”, no condenan del todo el hecho, absuelven el fondo, pero las formas, ay, las formas. Por no hablar de los que sin estar con ETA, se han sentido molestos por los mazazos: es una rebelión que no estaba en el guión.
En cambio, quienes se mueven en el entorno de la izquierda abertzale han visto en el hecho una representación cumplida de la persecución inveterada, y genocida por supuesto, que por parte del fascismo español padece la izquierda abertzale en su conjunto y como legítimos representantes del pueblo vasco, lo que conduce a una falta de democracia clara. Claro que estos últimos obvían que al autor le acababan de destrozar su casa con una bomba de ETA, la organización que de cerca o de lejos tutela la izquierda abertzale, cosa que a estas alturas no ponen en duda más que los interesados, gracias también a la obstinación política en no condenar las actuaciones y procedimientos de ETA. Eso, esa bomba, no cuenta.
Hace años que eso, lo que no sé si ni siquiera llaman daños colaterales, no cuentan o cuentan muy poco, que deben quedar en un privado “qué se le va a hacer” y una muestra más de que si no hubiera conflicto no habría daños ni muertos ni extorsionados. Casi nadie se ha atrevido a condenar el hecho de los mazazos –bastante grave desde el punto de vista penal objetivo- sin reservas y sin recurrir a un estado de cosas que justifica esa y otras respuestas, todas violentas, al margen del enfrentamiento social que evidencia el hecho.
La existencia del odio y del ánimo de venganza está en el aire desde hace mucho, impide cualquier solución pacífica que no sea impuesta por la fuerza y ese estado de cosas beneficia al cabo a ETA y a quienes la apoyan como prueba de que son ellos las auténticas víctimas del sistema.
Pero los comentarios más extendidos son los que con toda clase de variantes más o menos feroces, aplauden el hecho, lo apoyan, piden dinero –lo que para los fariseos de la democracia les parece el colmo del escándalo- para pagar la multa que se le pueda imponer al autor de los mazazos y no es que encuentren motivos, sino que exculpan claramente al autor de los hechos. El vecino de Lazkao hizo lo que una gran mayoría quisiera hacer sin admitir que de ese modo se muestran nostálgicos de responder a la fuerza con la fuerza, a la violencia con la violencia y al daño con el daño, y sin reparar en que esa es una espiral dialéctica de vencedores y vencidos, al margen de la ley, en detrimento de esta.
Todas las reacciones que ha suscitado el caso, de las más viscerales a las más cautas, pasan por hablar de la realidad de un país en el que no todo va sobre ruedas ni mucho menos, en el que hay odio, violencia, intransigencia y en el que un ciudadano se niega a hacer su papel obligatorio de víctima ritual y no se encoge de hombros, no piensa que qué se le va a hacer y no carga el daño que le han causado en la cuenta de resultados “del conflicto”, a beneficio siempre de los que están de parte del verdugo.
De manera muy retorcida, y muy injusta, la víctima se hace verdugo por el peso jurídico de los hechos y los cómplices habituales del verdugo se hacen víctimas y se rasgan las vestiduras a placer, o no mucho, porque tampoco fueron tantos los que salieron a la calle para pedir el linchamiento social del autor de los mazazos, piden justicia, la misma que en sus casos rechazan, por ser de tribunales españoles, No puedo aplaudir unos hechos que han sido festejados de manera obscena como una hazaña, como una manifestación de la hartadumbre de una parte mayoritaria de un país, porque no puedo aplaudir el responder a la fuerza con la fuerza, a la violencia con la violencia, sin reparar en la espiral dialéctica de vencedores y vencidos, al margen de la legalidad; pero no me gustaría estar en la piel del autor de los mazazos, no por las consecuencias estrictamente jurídicas de los mazazos, sino por el camino sin retorno: se ha precipitado, en el sentido estricto del término. La prueba: el que haya tenido que marcharse.
Sé que habrá un juicio, un juicio que será político, porque la materia de fondo lo es, y en el que se van a escuchar argumentos que lo son, ya sea junto a las eximentes o junto a las atenuantes, en el contexto estricto en el que deben ser examinados los hechos. Esto por lo que respecta a las palabras públicas, ¿Y qué pasa con las privadas? ¿Qué pasa con esas otras que se han dicho con furia en la barra del bar de la tribu? ¿Qué pasa con las que festejan el hecho y piden más mazazos, y qué pasa con las que piden que ETA o los suyos impartan justicia, esto es, venganza? El odio que no cesa, con urnas, sin urnas, con patrañas y sobre todo sin ellas, y la hartadumbre.

Artículo publicado en Diario de Noticias, de Navarra, Álava y Guipúzcoa,

jueves, 19 de marzo de 2009

EL ABOGADO DEL DIABLO DE NUEVO

DÍAS pasados, el abogado francés Jacques Vergès, conocido como Abogado Guillotina, El Abogado del Diablo o El Abogado del Terror, este último por el exitoso documental homónimo de Barbet Schroeder, estuvo en Barcelona presentando la reedición de un viejo libro suyo, Estrategia judicial en los procesos políticos, acompañado de un posfacio en el que Jorge Herralde, su editor entonces y ahora, relata los pormenores de publicar un libro como ese en el contexto de la dictadura franquista y del proceso de Burgos, entre otros. Estrategia judicial en los procesos políticos es un libro de 1970 que no ha perdido actualidad alguna, al revés, que la ha ganado en la medida en que sigue habiendo procesos políticos y algunos de ellos son un espectáculo o están montados como tales; y en que otros, que están montados como procesos por delitos comunes, son políticos solo por la intención de inscribirlos en el delito sin otro móvil que el lucro personal y deslegitimar así a ojos del público los motivos que han empujado a los procesados a quebrantar la ley. Como es el caso de banqueros, financieros, propietarios de grandes medios de prensa por sus manipulaciones, son políticos en la medida en que apuntalan y se sirven de un sistema político que se salvaguarda echando de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, a los infortunados a los leones con toga. Unas veces salen bien, gracias a su posición dentro del sistema, otras no tanto. Vergès tiene muy claro que la función de la justicia es servir a las clases dirigentes resolviendo “siempre en provecho de éstas las contradicciones sociales que se manifiestan en la violación de la ley”. Para Vergès, la justicia es un Arte –y él lo crea con una elocuencia asombrosa, antigua, esa que ha desertado de las salas de audiencia y de las prosas jurídicas- y un Circo, a un circo romano me refiero, donde se desarrolla un espectáculo que no es ni más ni menos cruel que la guerra o el comercio, un combate en el que hay que vencer al adversario, el fiscal, sabiendo que si la Justicia aparece por una sala de audiencia lo hará por casualidad o porque se ha equivocado de día, cosa que él puso en escena con su monólogo
Hace poco en una entrevista a maître Vergès, le preguntaban a este si defendería a Bush y respondió que porqué no, que también lo haría con Hitler, siempre y cuando el acusado se declarara culpable de los crímenes por los que fuera encausado.
En las últimas décadas y fiel a su estrategia originaria de ruptura con el sistema sobre el que se asienta la administración de justicia y sus figurantes y de examen del contexto, Vergès ha defendido a terroristas oficiales como Carlos, a criminales de guerra o genocidas, como Klaus Barbie, Milosevic, y se postuló como abogado de Sadam Hussein, ante el rechazo de una parte del público que lo ve como un cómplice de sus defendidos. Sobre él flota una leyenda negra, impenetrable, que lo hace, por ejemplo, cómplice de los khmers rojos, habiendo sido joven resistente, militante del PC, militante anticolonialista y antiesclavista, todavía, y anti tortura... Con el tiempo se ha convertido en el prototipo del abogado de causas perdidas, defensor de aquellos que no quiere defender nadie porque ya están condenados de antemano por el poder político de turno, por el público y por el vuelco de la historia, los llamados “indefendibles”. Y sin embargo, esos “monstruos” tienen derecho a la defensa. La ley no puede ser conculcada en ese extremo, aunque como sucedió en el franquismo con los abogados defensores en los sumarísimos militares, su papel fuese de connivencia con la fiscalía, meros trámites para las ejecuciones sumarias. El examen de los escritos de conclusiones provisionales de los procesos será sin duda muy revelador.
Una de sus líneas de defensa más socorridas –empleada en el caso Barbie– es la ruptura con el sistema y el examen de la autoridad moral del juzgador, de los juzgadores, su implicación en abusos de poder, en lacras sociales, que quedan impunes, tanto por la justicia ordinaria como por el examen de la historia, ya sean las torturas practicadas por el ejército francés o la esclavitud condenada y practicada hasta bien entrado el siglo XX en los países periféricos, colonias y territorios de ultramar... cabe preguntarse cuáles son ahora las nuevas formas efectivas de esclavitud y qué países la practican y ayudan a que se practique no persiguiendo formas de producción que a ella equivalen. O cuál es la complacencia con la tortura. Para Vergès la invasión de Irak, amparándose en los derechos humanos para practicar la tortura, es una de las contradicciones de Occidente que no suscita ningún clamor de opinión. Es desproporcionada la gravedad de los hechos que salen a la luz en Guantánamo si se compara con la reacción que suscitan. Las rebabas del poder se dan por hecho. Para maître Vergès, el objeto de esas torturas no es tanto arrancarles información a los detenidos como envilecerlos y complacerse en su envilecimiento. Hay un Vergès que emprende alegatos jurídicos de alcance político y filosófico, y hay otro, que es el mismo, que habla de asuntos que entiende, estos sí, todo el mundo: “la justicia a dos velocidades”, una para quienes tienen medios de procurarse una defensa cara y otra para los que no, una para los que están solidamente integrados en una sociedad estamental y otra para los que padecen los prejuicios que animan y orientan las pesquisas: color de la piel, raza, extracción social... Hay sectores sociales mucho más proclives a tener problemas judiciales que otros. Por ejemplo, el caso de la madre de la joven asesinada en Pamplona los pasados sanfermines que teme que los apellidos del homicida y el estatus social de la familia prevalezcan, ante la indiferencia de una sociedad adormecida que prefiere suspender ese y todos los juicios que no le convengan. “Hablarán los tribunales”, dicen, cuando lo que quieren decir es que se lavan las manos. ¿El resultado de la investigación de los crímenes de Alcasser hubiese sido el mismo de haber pertenecido las víctimas a una clase social alta? No lo sabemos y la duda planea sobre una administración de justicia deudora de evidentes servidumbres políticas y sociales, nunca puesta de verdad en tela de juicio, admitida tal cual, sacralizada, hecha mera convención.

Publicado en Diario de Noticias de Navarra, Guipúzcoa y Álava,

TESTIGOS DIRECTOS

Los testigos directos suelen ser los protagonistas, por autores, de los hechos que por alguna circunstancia, de índole política sobre todo, no son acusados, ni procesados, ni condenados. Su mismo relato de lo sucedido les protege, en la medida en puede servir para investigar y sostener la culpabilidad de los que dieron las órdenes y proyectaron fríamente los crímenes. A pesar de la propaganda sionista, suministrada con generosidad por las embajadas israelitas, los últimos datos revelados confirman otros que ya aparecieron meses atrás, al tiempo de la últimas operaciones represivas incluso, y que han sido silenciados y minimizados: las tropas israelíes cometieron atrocidades en Gaza. No cabe duda. Son los propios soldados que participaron en las operaciones de castigo los que lo prueban con los testimonios de su participación en los hechos. Es decir, los testigos directos.
Y no es la primera vez que esto sucede. En el año 2002, por iniciativa de un capitán del ejército israelita, David Zonshein, y del teniente Yaniv Itzkovits, pertenecientes ambos a un cuerpo militar de elite, se publicó una “Carta de los combatientes” (The Combatants Letter), firmada por un significativo número de soldados y oficiales, que sirvió de base a un movimiento opositor llamado Courage to Refuse. En aquel manifiesto se decía: “Nosotros, oficiales de combate de la reserva y soldados de las fuerzas de defensa de Israel declaramos por este medio que no continuaremos luchando más allá de las fronteras de 1967 para dominar, expulsar, hacer pasar hambre y humillar a una población entera. Continuaremos sirviendo a la fuerza de defensa en cualquier misión que sirva a la defensa de Israel. Las misiones de la ocupación y de opresión no responden a este propósito y no tomaremos parte en ellas.” Puede aducirse que se trataba de otro territorio, pero las circunstancias de fondo son, me temo, las mismas.
Ahora queda pendiente la tarea de que un tribunal internacional examine, por encima de distingos, si lo sucedido en Gaza entra en el ámbito de las leyes sobre genocidio o crímenes de guerra. No resulta tolerable, por una cuestión de principios de mera equidad e igualdad, y seguridad jurídica, que unos países queden al margen de esas leyes y sean solo acusadores y fiscales.
En un muy reciente libro de memorias, La liebre de la Patagonia, Claude Lanzmann, el autor de la película Shoa, autoridad incontestable en este tema, dice que textualmente que el estado de Israel no es la “redención” de la Shoa, aunque los dos hechos estén ligados, y que el sionismo político es anterior a la Segunda Guerra Mundial. En el presente es preciso separar ambos acontecimientos históricos para poder sostener que las actuaciones militares y políticas de los políticos israelitas no son ni más ni menos criticables que las de cualquier otro país, y que, por supuesto, la cuestión judía excede en mucho las atrocidades que puedan cometer en el presente sus dirigentes, bajo el pretexto de la legítima defensa u otro.
El examen y condena de los crímenes cometidos al margen de la acciones de guerra no debe ser tomado como antisemitismo, aunque sea difícil negar que estén sirviendo como pretexto para un renacer del antisemitismo en todo el mundo, al más tosco me refiero, al que se basaba en Los “Protocolos”, de los “Sabios Ancianos” de Sion, un libro de 1905, escrito por los servicios secretos zaristas, y que ahora mismo ha desmontado Stephen Bronner, Un rumor sobre los judíos, editado por Laetoli. Está por ver en qué medida, la iglesia católica, a través de sus órganos de propaganda, La Avalancha, por ejemplo, se mostró antisemita y dio pábulo a la amenazante conspiración de judaísmo, masonería y comunismo, tan explotada más tarde en el franquismo.
Pero el caso es que las cosas se mezclan solas. Por la fuerza de los hechos históricos. Y un presente siniestro lleva por fuerza a un pasado igualmente siniestro. El eco viene solo.
Pero el testimonio de los “testigos directos” sirve de muy poco frente al poder que tenga quien niegue los hechos y frente al corrosivo disolvente del tiempo.
Hace también unas semanas, el obispo Williamson, negacionista del Holocausto, echaba a rodar la duda insidiosa de que en Auschwitz se hubiese asesinado fríamente en las cámaras de gas. El obispo, y con quien él forman en la filas negacionistas, porque de filas se trata, ignoran el estremecedor testimonio del mismo inventor de las cámaras, supervisor de sus detalles, que tranquilizó su conciencia comprobando, en falso, que los judíos morían con expresión tranquila. Un personaje perverso que con el fin de justificar los actos cometidos ante el tribunal que le juzgó, escribió su testimonio en “El comandante de Auschwitz”, donde quiso quedar encima, como un benefactor de la humanidad. Estoy convencido de que no se ha llegado todavía a la investigación y publicidad de las últimas atrocidades cometidas por los nazis, que el tiempo ha jugado a su favor –ni el público se interesa de verdad en ese asunto ni hay ya fuerzas para llevar a cabo investigaciones exhaustivas- y que las condenas han sido mínimas y más magnánimas y benévolas que otra cosa. Los verdugos no pagaron. Leo, en Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos, de Élisabeth Roudinesco (Editorial Anagrama), que Höss fue ahorcado delante de las cámaras de gas que él había inventado o puesto en marcha en beneficio de la humanidad.
Para los negacionistas, el testimonio de este “testigo directo” o sus confesiones en el proceso que le condenaría a muerte, son irrelevantes en la medida en que contradicen la tesis originaria, minimizadora, exculpatoria, tanto de la autoría directa de los hechos como de una complicidad generalizada y pasiva.
Y por lo que se refiere a los testimonios de lo soldados israelitas que han participado en crueles operaciones de castigo en Gaza, no son válidos porque la opinión pública mayoritaria que escuchamos es la de la muy real extrema derecha sionista, la que tiene medios y dinero para expandir la información que le conviene y solo esa.

Publicado en el Diario de Noticias de Navarra, Guipúzcoa y Álava, 22.3.2009

PERTUR DE NUEVO

A más de treinta años vista, la desaparición de Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, sigue siendo un misterio. Desde que fue visto por última vez, se ha venido atribuyendo la autoría de su secuestro, desaparición y más que previsible asesinato, a sus ex compañeros de ETA-pm, no conformes con el paso de la lucha armada a la actividad política que, al parecer, preconizaba Pertur dentro de la organización.
Hace alrededor de dos años, comenzó a hablarse de otra versión. Era bastante novelesca, exculpaba a los activistas de ETA de la época y hacía aparecer en escena a los servicios secretos españoles y a los mercenarios del hampa internacional que actuaron por su cuenta. La sostenía gente a la que podía concedérsele crédito.
Ahora, un neo fascista italiano, condenado en Italia a cadena perpetua, afirma que el secuestro pudo muy bien ser obra de los servicios secretos de presidencia de gobierno que actuaron con impunidad criminal en aquellos primeros años de la Transición. Lo sucedido en Montejurra es solo un ejemplo. Contaron con las pocas ganas de investigar de la magistratura de la época, más allá de diligencias de mero trámite, entre otras complicidades, como la de algunos medios de comunicación y la de quienes no dudaron en intentar dar un golpe de estado en 1981. ¿Cómo iban a investigar los propios autores de las fechorías? Es un sarcasmo político. Uno más.
La confesión novelesca del neofascista italiano, tiene que ser corroborada por otro participante en aquellas fechorías que ahora mismo está impedido por enfermedad.
El neofascista italiano pone en escena algo siniestro: la existencia en territorio español, cerca de Barcelona, de una “factoría” de guerra sucia. Un lugar apartado, discreto, donde poder torturar y matar con total impunidad a secuestrados. Lo describe con una sospechosa precisión.
Entiendo mal que ese asunto no se investigue de manera más decidida por parte de la fiscalía o no concite la intervención de un juez tipo Garzón que demuestra que cuando hay interés se puede ir muy lejos. Aquí no cabe hablar de prescripciones. El Estado español debe atreverse con la tarea de enfrentar sus propias trastiendas, sus trapos sucios y sus fantasmas, por lo menos para que se haga público el precio cierto de la Transición. No basta con el sistema de los chivos expiatorios. Importa saber si desde los aparatos del Estado se secuestraba y torturaba, antes, durante y después del GAL, sobre el que no estoy muy seguro de que se depuraran por completo las responsabilidades de los crímenes cometidos. A otros países se les ha exigido, por ejemplo, que abran sus archivos secretos para que se pueda averiguar quiénes eran delatores e informadores del régimen, qué ventajas o qué beneficios personales obtuvieron con su actividad, y que más tarde se han aprovechado de un sistema neo liberal y neo democrático poco amigo de mirar hacia atrás en nada que pueda oscurecer el presente de la ventaja. Y se trata de saber, no de ajustar cuentas.
En ese interés relativo con respecto a la investigación de la desaparición de Pertur, cuenta, me temo, que el desaparecido era miembro de Eta-pm, y poco importa que lo fuera en los años setenta, como muchos otros. O mejor dicho, lo entiendo demasiado bien, como entiendo el desinterés de medios de comunicación ahora que no pueden sacarle réditos políticos a esa información. Ya no interesa saber si eran milis o polimilis, importa que el público está más que harto de ETA, de su entorno y de todo lo que a ello asimila de manera injusta, y no repara en su propia crueldad. Importa la revancha, la venganza, poco la justicia; o peor aún, se hace pasar la primera por la segunda. Y no será muy aventurado decir que los resultados de una encuesta en la que se dilucidara el estar a favor o en contra de la guerra sucia, nos pegarían un susto.
La historia que ahora cuenta el neofascista italiano suena a película de cine negro-político, o a novela de lo mismo, pero por lo visto es algo común en las trastiendas del poder, un territorio en el que solo entra la novela negra y que el público lee con sospechosa atención. Representan unos temores, unas sospechas y unas íntimas certezas. Rodríguez Galindo sabía bastante de estas cosas. Por eso fue condenado. Hay países que son más sensibles que otros, pero el margen de tolerancia social con esos trabajos sucios es, me temo bastante más amplio de lo que se cree.
¿Por qué ahora? ¿A resultas solo de la investigación judicial? Me lo pregunto porque los nombres de aquellos matones mercenarios llevan años circulando en los ámbitos de un periodismo de investigación que ya a nadie interesa, salvo que una eficaz campaña publicitaria que pague páginas de suplemento literario o artículos de opinión favorables, diga que el producto que se pone en circulación en el mercado vale la pena. Si de la manera que sea, no son negocio, la verdad de lo sucedido en nuestra historia inmediata no interesa, y el éxito de ventas acaba suplantando el resultado de investigaciones contrastadas. Lo que va a misa es lo que se vende, aunque sea falso.
Algunos de aquellos asesinos a sueldo de nacionalidad italiana estaban refugiados en Bolivia, en la ciudad de La Paz, alrededor de Klaus Barbie, que gozaba de la protección gubernamental a cambio de cometer allí fechorías por encargo de los gobernantes de la dictadura militar de turno, o de no turno. Eran mercenarios del mejor postor, la ideología era un adorno vago, algo secundario. Su fascismo no era más que una historia de narcotraficantes, asesinos a sueldo y proxenetas.
A treinta años vista, la historia de la desaparición de Eduardo Moreno Bergareche puede resultarle al público muy novelesca, cierto, pero no creo que lo sea para los verdaderos interesados: la familia de Pertur que ha tenido que vivir esta tragedia con auténtica desesperación. Una decidida investigación es lo mínimo que en justicia se merecen.

viernes, 13 de febrero de 2009

DELITOS COMUNES


L
O que parecía ser un acto de reparación moral de las víctimas de la represión franquista, el sumario Garzón, con una entidad muy distinta a la histórica y a la literaria, se ha convertido en un rifirrafe personal entre el juez Garzón y el fiscal Zaragoza, enzarzados en una esgrima de florituras jurídicas sacadas de los lugares más recónditos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

La oposición del fiscal Zaragoza ha sido bien acogida por parte de quienes se abanderan detrás del Mejor no remover y por los herederos políticos del franquismo.

Por venir de quien viene, el fiscal, muy probablemente sea el suyo el más sangrante despropósito de los suscitados por el sumario emprendido por Garzón: delitos comunes. Hace falta estar muy convencido de que la historia se puede manipular en beneficio de los verdugos para soltar semejante cosa. O tener un desconocimiento brutal y doloso de la historia de nuestro país.

En concreto, en Navarra, los actos de represión estuvieron planeados desde antes del 18 de julio, con la inestimable ayuda de los civiles de Pamplona que le ayudaron a Mola a elaborar las listas que aparecen mencionadas en las instrucciones secretas que se cursaron desde Capitanía, en Pamplona, insisto, en las que claramente se habla de ejecuciones. Se trataba de imponerse por el miedo. Alguno de esos ayudantes, como Raimundo García, director de Diario de Navarra, terminaría destruyendo documentación comprometedora, pero de manera muy tardía. Sabía que no tenía prisa porque vivieron en la impunidad más absoluta. Yo creo que ni siquiera sintieron que la Ley de Amnistía de 1977, ahora esgrimida, fuera con ellos. ¿Cómo se va a amnistiar a quien lleva la razón y la ley de mano, y es el vencedor de una guerra?

Para mí, dos son los casos que ejemplarizan la barbarie desatada en Navarra aquellos días por el general Mola y sus secuaces. Son dos auténticas atrocidades, pero dos entre muchas más.

Uno de ellas es la de Maravillas Lamberto Yoldi, una niña de 14 años, vecina de Larraga, que tras haber sido detenida junto a su padre por guardias civiles y falangistas, fue asesinada en la noche del día 15 de agosto, día de la Virgen, después de que fuera repetidamente violada en el Ayuntamiento de la localidad y también unas horas más tarde, de madrugada, junto a la carretera donde asesinaron a su padre, y donde fue abandonado su cadáver para que se lo comieran los perros.

Jimeno Jurío recogió testimonios directos de lo sucedido, cuando el hacerlo era un asunto comprometido. En los años setenta, cuando todavía vivían muchos de los autores de las fechorías, había miedo. Que nadie piense que hubo jamás facilidad alguna para encontrar fosas y recabar testimonios de lo sucedido. Ahora mismo los investigadores se felicitan de que al amparo del sumario de Garzón, y protegidos por la Policía Judicial, van a poder acceder a archivos cuyo acceso les ha sido negado.

Los testimonios apuntan a que los autores de la atrocidad cometida en la persona de Maravillas Lamberto, bajo el amparo de la ley y el orden, fueron vecinos del pueblo. ¿Nombres? Los dio la hermana de la víctima y han sido publicados en las páginas de Navarra, de la esperanza al terror, 1936. Cosa rara, porque lo común es que no se dijeran nunca. De manera pública, claro, porque en lo privado los nombres, en Navarra, una comunidad pequeña, vuelan. Tal vez el proceso de Garzón pudiera servir para que los nombres de los autores salieran a la luz y quedaran impresos en las páginas del sumario, en un lugar al que no llegue el miedo o la impunidad.

Y la segunda atrocidad la encontré hace tiempo en el periódico Arriba España, en una sección titulada Tugurio impar, título tomado de una colaboración de Ramón Gómez de la Serna en Revista de Occidente, donde se contaba como gracias, por ejemplo, que en Cabanillas hubiese sido rescatado del río un suicida atado de pies y manos.

Ahí fue donde se daba cuenta de la detención de una mujer de 57 años, sorda, Encarnación Resano Falcón, por poner una silla de espaldas a un rosario callejero. Fue asesinada –le pegaron un tiro en sus partes y la dejaron toda la noche desangrándose en la puerta del cementerio– y rematada después por el alcalde de Falces, no por humanidad, para que no sufriera más, porque por humanidad se coge a la herida y se la lleva a un hospital. Por humanidad no se le pega a nadie un tiro en la nuca, no se la descabella como si fuera un toro o un perro, ni se la entierra entre dos hombres simulando el acto sexual, como se mofaba el enterrador, cosa que se descubrió al abrirse la fosa.

Esta segunda atrocidad está también recogida en el libro Los fusilados de Peralta, la vuelta a casa (1936-1978), de Josefina Campos Orduña.

Nada de raro tiene que en el Arriba España de la época aparecieran anuncios de la jefatura de Falange diciendo que en algunos comercios de Pamplona se había detectado la compra de camisas azules para simular pertenencia a Falange con el fin de cometer atropellos impunemente. ¿Detenciones por esos hechos? Ninguna. Más bien se trataba de una cortina de humo destinada a apagar lo que ya era un clamor popular en toda Navarra.

Puede haber otros motivos, científicos o jurídicos, que se me escapan para oponerse a las pretensiones procesales de Garzón, pero el reputar como delitos comunes hechos como los relatados es un insulto innecesario a la memoria de las víctimas, en la medida en que aquellos asesinatos, aquellas ejecuciones sumarias sin juicio previo, sirvieron de base y fundamento a un régimen político que se pertrechó detrás de un complejo ordenamiento jurídico al que no se opuso nadie. No hay delincuencia común que valga con estas historias, ni amparar en ella lo que estuvo planeado con frialdad, con orden, con método, con objetivos políticos concretos, y el sembrar el terror entre la población civil de la retaguardia fue uno de ellos.

Josefina Lamberto Yoldi en Flickr: ¡Intercambio de fotos!

sábado, 7 de febrero de 2009

INTERROGANTES SOBRE GUANTÁNAMO

EL GOBIERNO español parece estar dispuesto a acoger a presos de Guantánamo. Cabe preguntarse en calidad de qué van a ser acogidos y si es para ingresarlos en cárceles españolas y, en ese caso, con qué cargos, si es que estos existen. ¿Van admitir los jueces españoles los cargos sostenidos en confesiones arrancadas por medio de torturas en un país extranjero? ¿Van a otorgar a los prisioneros las mismas garantías jurídicas y procesales que tienen los demás reclusos, incluido, claro está, el derecho a ser oídos, dentro y fuera de las salas de audiencia y juzgados de instrucción? ¿Qué harán si denuncian torturas, investigarlas o procesarlos por desacato e injurias? ¿Se trata de activar mecanismos jurídicos y procesales a instancias gubernamentales? ¿Es el precio que debe pagar España por haber apoyado la guerra invasora de Irak? ¿Dónde fueron capturados exactamente los presos de Guantánamo? ¿O se trata de una operación benévola, destinada en última instancia a hacer desaparecer a los testigos de la infamia y diluir esta en la dispersión, el adelgazamiento de testimonios, las absoluciones procesales sin examen de las cuestiones de fondo?

Publicado en Diario de Noticias, 8.2.09, sección "Y tiro porque me toca"