lunes, 28 de septiembre de 2009

EL VIAJE DE EVO MORALES

LA visita oficial que hizo Evo Morales a España la semana pasada tuvo como efecto que el acoso mediático que se practica sobre él y su gobierno bajara de intensidad, al menos durante unos días. Las últimas semanas se habían recrudecido las críticas a su labor de gobierno, nunca centradas en asuntos concretos y probados de manera cumplida, que es la actitud habitual que se ha tenido hacía él desde que accedió al poder, a través de unas elecciones limpias por una mayoría indiscutible. Evo gobierna con una mayoría conquistada en las urnas. Es algo que conviene no olvidar.
Pero la visita, ya digo, hizo que las cámaras le enfocaran, no en el fondo de su discurso político de gran calado -que el lector interesado puede encontrar entero en Bolpress , el más fiable portal de Internet de noticias bolivianas-, sino a la caza de posibles pifias, tal y como se practica con Hugo Chávez, para regocijo del público y detrimento de la imagen pública del mandatario.
Lo importante para la prensa no es lo que dijo, si no si se equivocó en algo, si tuvo, el de la chompa, pues no de otra manera se le trata, alguna metedura de pata protocolaria, y que en vez de reino dijo república, lo que ya a estas alturas es una lástima que este país no sea de una vez. Mirar a Evo Morales por encima del hombro por ser indígena aimara denuncia la catadura moral de quien mira, más que la del que es mirado. Evo Morales tendrá mucho o poco camino que recorrer, pero algo ha recorrido ya; y ese camino de logros sociales indiscutibles no se le reconoce nunca; ni allá ni aquí. Eso no es jugar limpio. A Evo Morales se le acusa de hacer propaganda electoral en Madrid ante una plaza de toros llena de compatriotas que la acogieron como a un dios , en palabras de una de las mujeres entrevistadas ante las cámaras. Tal vez sea un poco excesivo, pero expresa bien lo que quería decir la mujer. Y las de la plaza de toros de Leganés fueron una imágenes muy hermosas, muy emocionantes, tanto para los que estaban como para los que lo vimos como espectadores lejanos.
Hace unos meses tuve la suerte de asistir a la entrega de cheques de ayudas por parte de Evo Morales en la localidad de Pocoata, en el norte de Potosí. Vi las caras de los indígenas que asistían al acto, a pie de la tribuna, porque estaba junto a ellos, en el mogollón. Eran gente muy pobre y sus caras expresaban la admiración, la incredulidad, el orgullo legítimo, el arrobo: uno de los suyos, por fin, estaba subido a la tribuna y era el que llevaba la voz cantante. Aquella escena lo decía todo y a mí, como otras, me enseñó mucho. Evo es distinto y eso inquieta. Evo es escasamente moderno, neoliberal, jacobino y propone modelos sociales muy distintos a los habituales y convencionales, aunque viniera de negociar la puesta en órbita del satélite de comunicaciones Tupac Katari (llamativo el desconocimiento de la prensa de quién fue ese personaje). Y eso irrita e inquieta a la derecha boliviana, que tiene algo que perder en el envite, y a los medios de comunicación europeos que representan intereses empresariales o ideológicos exclusivos de una clase social que tiene o podría tener -si les dan opción a saquear Bolivia- beneficios que perder.
Evo Morales, en su discurso de Leganés, se refirió a la revolución bolivariana que se está llevando a cabo en varios países de Latinoamérica, pero también pidió cosas concretas y elementales: que se deje de tratar comoilegales a los inmigrantes, esto es, como delincuentes, que, como mucho, son indocumentados en el sentido de carecer de papeles oficiales de identidad españoles, aunque tengan instrucción superior o muy sólida, sobre todo por lo que a sus derechos civiles y políticos se refiere, algo que en Bolivia llama mucho la atención. Hay muchos bolivianos en España. Casi un cuarto de millón entre cifras oficiales y oficiosas, y sólo unos cien mil tienen regularizada su situación. En estricta justicia, alguien tiene que pagar por el empleo abusivo de trabajadores en situación irregular, sin prevención social de clase alguna y desprovistos de derechos elementales efectivos. No se puede perseguir como delincuentes a quien no tiene papeles, y no hacer lo mismo con quien se aprovecha de esa situación para cometer delitos tipificados con total claridad por las leyes. El caso del panadero boliviano que perdió un brazo en una máquina es una caso de referencia obligada, aunque no el único.
Y puso una vez más el dedo en la llaga de la desmemoria española. Habló de la inmigración española a la América rica del siglo XIX y XX, por motivos económicos y políticos, y de la acogida que tuvieron esos inmigrantes, tan diferente a la que ellos reciben ahora. No hay reciprocidad, ni siquiera sentimental, alguna. Entre quienes explotan a inmigrantes hay antiguos emigrantes a Alemania o a Suiza o a Francia. También abogó el Evo por una ciudadanía universal, y eso es mucho pedir. Eso es denunciar de manera rotunda que entre la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y su práctica hay un abismo administrativo, legal, financiero, político, tal vez insalvable, aquí mismo, en Europa, donde hay países de primera y de segunda: grandes sueños, pobres realidades.
Y por si fuera poco, también pidió Evo una actitud solidaria en la oposición al establecimiento de bases norteamericanas en Latinoamérica recurriendo a algo que se sostiene con los hechos: donde hay bases, hay golpes. No es que las relaciones de Morales con los norteamericanos sean fluidas, es que jamás se han examinado cuáles han sido las intervenciones concretas de la Embajada norteamericana en conflictos internos bolivianos, ni los sólidos motivos que tuvo para expulsar de territorio boliviano a la agencia que operaba en el Chapare.
Por Bolivia corre un chiste que dice que en Estados Unidos no ha habido nunca un golpe de Estado porque no hay embajada norteamericana.

¿DÓNDE ESTABAN?

LA de la detención de criminales de guerra, torturadores y asesinos al servicio de dictaduras sangrientas viene siendo una noticia habitual; aunque menos de lo que debiera. Hay muchos más de los que son detenidos y no todos están escondidos ni mucho menos. Poco importa la edad que tengan, mientras estén vivos y se les pueda juzgar y condenar con pruebas aplastantes: todos sus crímenes y su participación directa o indirecta en ellos, eran públicos y notorios.
Días pasados, en Valencia, fue detenido un piloto de una aerolínea de bajo coste holandesa, de nacionalidad argentina, que se había jactado en varias ocasiones de haber arrojado vivos al mar detenidos de la dictadura: los famosos vuelos de la muerte.
El piloto, Julio Alberto Poch, que, en la foto de su detención, aparece sonriendo de manera chulesca (es lo que dice el espectador que piensa que no tiene motivos para sonreír), lejos de estar arrepentido, se mostraba orgulloso de los crímenes cometidos, a ese límite de jactancia que lleva al crimen sin culpa al rango de hazaña deportiva. Un tipo capaz de todo, de cualquier cosa, sin escrúpulos... así es como se mostraba ante sus compañeros de cabina, que seguían volando en su compañía.
La Argentina tiene un historial de verdad negro en la historia de la represión. Son muchos miles los desaparecidos entre los años 1976 y 1983, muchos los torturados, muchos los niños robados, y no demasiados los autores –en todos sus grados de autoría- juzgados y condenados por los delitos cometidos. Es verdad que la ley de obediencia debida ayudó mucho a que los autores de los crímenes menos protegidos por su grado militar pusieran tierra de por medio y se refugiaran en otros países.
El honorable ministro del interior Manuel Fraga Iribarren –Montejurra y Zaramaga, en Vitoria- tuvo como jefe de seguridad a un peligroso criminal, Almirón, a quien, estando perfectamente localizado, costó mucho extraditar a la Argentina para que respondiera de sus crímenes.
España fue durante el franquismo una gloriosa tierra de asilo para criminales de guerra nazis o filo nazis, unos más conocidos que otros. Hubo colaboracionistas franceses y belgas; hubo nazis alemanes y fascistas italianos; y hubo, hasta muy entrados los ochenta, criminales rumanos, como Horia Sima que falleció en 1993, creo que en la Costa del Sol, y estuvo muy cerca de los Guerrilleros de Cristo Rey, y ustachas croatas. Unos estuvieron de paso, otros, los menos, se quedaron. España fue tierra de asilo para neofascistas italianos y argentinos, y para miembros de la OAS argelina. La Costa del Sol y el Levante español, un paraíso, como lo es hoy para las mafias.
Hace unos meses, un tribunal condenó al oficial alemán Josef Scheungraber, de 90 años, a cadena perpetua, por el asesinato de civiles en un pueblo italiano. Una vez más el acusado se prevalió de su condición de militar profesional para exculparse: o bien actuó en situación de obediencia debida o los crímenes los cometieron otros cuerpos represores.
No eran militares, eran asesinos con uniforme, que se ampararon, eso decían ellos, en la obediencia debida, para silenciar que creían a pies juntillas en lo que hacían: en la fuerza y preeminencia de la raza, en la eugenesia, en la necesidad racial de exterminio de judíos, de gitanos, de asociales, de homosexuales, de comunistas... Basta leer a Ernst Jünger para saber en qué creían los militares alemanes. No eran sólo alemanes. Los hubo rumanos, checos, ucranianos, letones, serbios, croatas...
Pero lo más asombroso del caso de Scheungraber, como en el del argentino, o como en el famoso de Klaus Barbie y el doctor Muerte, es que no solo estaba plenamente localizado, sino que habían estado viviendo entre sus vecinos, sus connacionales, y que como otros SS y agentes de la Gestapo no fueron inquietados al término de la guerra mundial o apenas, nunca en proporción a los crímenes cometidos. Muchos criminales encontraron asilo en Estados Unidos con pleno conocimiento por parte de las autoridades norteamericanas de su pasado nazi. Basta repasar las hemerotecas y ver a qué edades se les ha dado caza y qué dificultades legales han tenido que vencer tanto los instructores como las acusaciones privadas para conseguir unas extradiciones y unos juicios más simbólicos que otra cosa.
Ya fuera en su propia tierra, protegidos por la habitual epidemia de amnesia colectiva que acomete a los países devastados, o en Estados Unidos, España o en el “corredor nazi” latinoamericano, casi todos ellos, vecinos de sus vecinos, se dedicaron en la medida en que pudieron a borrar y sobre todo a emborronar su pasado, justificando los crímenes cometidos, amañando su recuerdo y sus propios mecanismos de memoria, redondeando el no saber, el delegar, el obedecer, el que fueron otros lo autores. También pusieron sus “conocimientos” al servicio de dictaduras criminales, como Barbie en Bolivia.
El caso del piloto argentino es diferente. Protegido por unos documentos de identidad que le otorgaban la protección de otra nacionalidad, se permitió de manera al parecer reiterada el lujo de jactarse de haber arrojado vivos al mar a personas adormecidas a la fuerza. Se debió sentir muy impune para revelar semejante atrocidad. Además tenía que saber que estaba perseguido por jueces argentinos. ¿Contaba con la lentitud de los juzgados argentinos renuentes, como lo han sido los españoles en otros casos, a remover el pasado? Cuesta remover el pasado. Cuesta meter el pico y la pala, llevar adelante el sumario, inquietar a quien todavía tiene algo de poder social, aunque sea residual. Esas historias acaban salpicando al sistema social que permitía la impunidad, a sus policías, a sus gobernantes, a todos los que, sabiendo quienes eran, se han encogido de hombros o les han dado cobertura.

domingo, 13 de septiembre de 2009

CUESTION DE FIRMA

Y por lo que se refiere a la cuestión de las firmas que al parecer quiere reunir el gobierno de Navarra siguiendo los pasos de Urralburu, en apoyo de la policía, los militares, los jueces y los fiscales, habrá que concluir que, ellos, los políticos que comen, hacen su pequeña fortuna y sus negocios al amparo de las actas, pueden firmar por si solos o en representación de sus votantes, lo que les venga en gana, pero pretender que eso se firme a título particular es algo más que un abuso, es una indecencia.
Con ETA de por medio o sin ella, con o sin terrorismo, jamás firmaré nada en compañía de ninguna de las personas que promueven de la manera que sea semejante documento.
Esa es una forma de elaborar una lista negra de virtuales cómplices de ETA: todo los que no firmen son cómplices de ETA, perseguibles por tanto, anulables, asociales, delincuentes, o como tal tratados, sin que haya ley alguna que avale ese atropello. Eso es mentira y ellos lo saben. Quieren carta blanca, quieren perpetuarse en el poder, quieren, sobre todo, cerrar el paso a cualquier movimiento de izquierda que pueda darse en Navarra. Son gente de su tiempo.

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS.- ESTA semana, el juez Baltasar Garzón ha pasado ante los tribunales para declarar como imputado por prevaricación, a resultas de unas actuaciones judiciales iniciadas a instancias de ese montaje político de extrema derecha que se llama Manos Limpias y que presentó contra él una querella.
El delito del que se le acusa al juez Garzón les resulta a los Manos Limpias imperdonable: intentar abrir una Causa General a contrapelo. Eso es prevaricación, esto es, una decisión judicial tomada a sabiendas de que es injusta.
Es decir, a Garzón se le acusa de intentar abrir una causa sobre la Guerra Civil española que vendría a ser el equivalente a la que en la inmediata posguerra abrió el ministro Aunós sobre los crímenes cometidos en el Madrid llamado “rojo” y que acabó publicada en un libro hagiográfico cuyas páginas más que a la piedad, inducen a la repulsión, no ya por los asesinados (y el horror de las fotografías con que se ilustra el texto), sino por los que en su nombre tenían llenas las cárceles, se ensañaron en juicios farsa, como el de Las trece rosas y dejaron las tapias como coladeros.
Ese mogollón que atiende por el nombre de Manos Limpias, y que no estaría mal que la fiscalía general del estado investigara –composición, actividades concretas y financiación- se ha querellado contra el juez Garzón y este ha tenido que sentarse en el lugar de los imputados en el que él tanta gente ha sentado ya, para ser cuando menos interrogado.
El juez, en su primera comparecencia, se negó a responder a las preguntas de los Manos Limpias. E hizo bien. Él sabe que negarse a responder es una forma de desautorizar o no reconocer a quien pregunta. Garzón no les reconoce a los Manos Limpias autoridad moral o competencia para preguntarle ni la hora.
Es improbable que Garzón salga malparado de esta querella por muchos enemigos que pueda tener en los tribunales, que los tiene, pero mientras tanto va a tener que pasar por todos los enojosos trámites de cualquier imputado y dar cumplidas explicaciones. Algo que le va a convertir en la estrella indudable del acto porque, salvo que el presidente del tribunal le quite la palabra, como hacen con otros, va a poder explayarse en los motivos concretos que le impulsaron a abrir su Causa General contra el régimen franquista, lo que va a equivaler a una puesta en la picota de sus protagonistas, circunstancias, bajo la mirada de juristas internacionales.
En resumen, que el procedimiento judicial, si está bien llevado, va a conseguir todo lo contrario de lo que a los Malos Limpias, en la medida en que son de los de no remover, indignaba y echaba a los combates judiciales mediáticos. La justicia no creo que sea lo que más les preocupe a los manos limpias.
¿Pro o contra Garzón? A esta pregunta se puede responder de muchas maneras. Cabe el apoyo incondicional y caben las reservas, tanto las judiciales como las políticas.
Y a propósito de apoyos, los políticos de la derecha navarra, en el colmo de la indecencia, quieren que los ciudadanos firmen un documento en apoyo indiscriminado de todas las actuaciones fiscales, policiales y judiciales en contra de ETA. Quieren carta blanca, no otra cosa.
Yo no sé si los Manos Limpias representan intereses sindicales ni de qué tipo son estos, pero donde realmente se lucen es en su oposición radical a todo lo que signifique ejercicio de la “memoria histórica”, un derecho que ha costado mucho que fuera reconocido por las leyes, y pasara de ser algo privado, mal visto y clandestino, cuando no perseguido, a ser algo que, al menos en público, debe ser tolerado y apoyado, aunque este apoyo choque con imponderables administrativos.
Lo que está sucediendo con la fosa donde se supone que está enterrado García Lorca, convertida durante décadas en un símbolo de todas las fosas, demuestra a las claras que las espadas siguen en alto.
Aquí no se trata de si Garzón ha prevaricado o no, sino del fondo del asunto: su órdago en el procesamiento de altos cargos de los primeros tiempos del régimen franquista, aunque fuera público y notorio para cualquier ciudadano que la totalidad de los encausados hacía tiempo que había fallecido. Que siguieran y sigan en el Panteón de los Hombres Ilustres de la Patria, convertidos poco a poco, en signos identitarios de la derecha, es otra cosa. Convertirlos en intocables históricos es uno de los puntales ideológicos de la derecha española.
Los Manos Limpias, a quienes tanto les preocupa las cosas judiciales, no parecen inquietarse por la bochornosa manera en que el juez de la Rúa exculpó al regalado Camps, convirtiéndose en “El Juez de los Regalos” que, muy hombre de su época, avaló el sistema de regalos por los favores políticos concedidos, aunque estos fuera, como son en el caso del Partido Popular, escandalosos. Al soborno se le llama regalo de precio.
Resulta asombroso que un juez se declare de manera pública y notoria y reiterada “amigo” del imputado y que los Manos Limpias no digan nada. Ni los Manos Limpias ni nadie si vamos a eso. Como si esa farsa pudiera adscribirse a uno de tantos casos que con una mezcla de derrotismo y pachanga se consideran “de Escopeta Nacional”.