domingo, 13 de septiembre de 2009

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS

EL JUEZ GARZÓN Y LOS MANOS LIMPIAS.- ESTA semana, el juez Baltasar Garzón ha pasado ante los tribunales para declarar como imputado por prevaricación, a resultas de unas actuaciones judiciales iniciadas a instancias de ese montaje político de extrema derecha que se llama Manos Limpias y que presentó contra él una querella.
El delito del que se le acusa al juez Garzón les resulta a los Manos Limpias imperdonable: intentar abrir una Causa General a contrapelo. Eso es prevaricación, esto es, una decisión judicial tomada a sabiendas de que es injusta.
Es decir, a Garzón se le acusa de intentar abrir una causa sobre la Guerra Civil española que vendría a ser el equivalente a la que en la inmediata posguerra abrió el ministro Aunós sobre los crímenes cometidos en el Madrid llamado “rojo” y que acabó publicada en un libro hagiográfico cuyas páginas más que a la piedad, inducen a la repulsión, no ya por los asesinados (y el horror de las fotografías con que se ilustra el texto), sino por los que en su nombre tenían llenas las cárceles, se ensañaron en juicios farsa, como el de Las trece rosas y dejaron las tapias como coladeros.
Ese mogollón que atiende por el nombre de Manos Limpias, y que no estaría mal que la fiscalía general del estado investigara –composición, actividades concretas y financiación- se ha querellado contra el juez Garzón y este ha tenido que sentarse en el lugar de los imputados en el que él tanta gente ha sentado ya, para ser cuando menos interrogado.
El juez, en su primera comparecencia, se negó a responder a las preguntas de los Manos Limpias. E hizo bien. Él sabe que negarse a responder es una forma de desautorizar o no reconocer a quien pregunta. Garzón no les reconoce a los Manos Limpias autoridad moral o competencia para preguntarle ni la hora.
Es improbable que Garzón salga malparado de esta querella por muchos enemigos que pueda tener en los tribunales, que los tiene, pero mientras tanto va a tener que pasar por todos los enojosos trámites de cualquier imputado y dar cumplidas explicaciones. Algo que le va a convertir en la estrella indudable del acto porque, salvo que el presidente del tribunal le quite la palabra, como hacen con otros, va a poder explayarse en los motivos concretos que le impulsaron a abrir su Causa General contra el régimen franquista, lo que va a equivaler a una puesta en la picota de sus protagonistas, circunstancias, bajo la mirada de juristas internacionales.
En resumen, que el procedimiento judicial, si está bien llevado, va a conseguir todo lo contrario de lo que a los Malos Limpias, en la medida en que son de los de no remover, indignaba y echaba a los combates judiciales mediáticos. La justicia no creo que sea lo que más les preocupe a los manos limpias.
¿Pro o contra Garzón? A esta pregunta se puede responder de muchas maneras. Cabe el apoyo incondicional y caben las reservas, tanto las judiciales como las políticas.
Y a propósito de apoyos, los políticos de la derecha navarra, en el colmo de la indecencia, quieren que los ciudadanos firmen un documento en apoyo indiscriminado de todas las actuaciones fiscales, policiales y judiciales en contra de ETA. Quieren carta blanca, no otra cosa.
Yo no sé si los Manos Limpias representan intereses sindicales ni de qué tipo son estos, pero donde realmente se lucen es en su oposición radical a todo lo que signifique ejercicio de la “memoria histórica”, un derecho que ha costado mucho que fuera reconocido por las leyes, y pasara de ser algo privado, mal visto y clandestino, cuando no perseguido, a ser algo que, al menos en público, debe ser tolerado y apoyado, aunque este apoyo choque con imponderables administrativos.
Lo que está sucediendo con la fosa donde se supone que está enterrado García Lorca, convertida durante décadas en un símbolo de todas las fosas, demuestra a las claras que las espadas siguen en alto.
Aquí no se trata de si Garzón ha prevaricado o no, sino del fondo del asunto: su órdago en el procesamiento de altos cargos de los primeros tiempos del régimen franquista, aunque fuera público y notorio para cualquier ciudadano que la totalidad de los encausados hacía tiempo que había fallecido. Que siguieran y sigan en el Panteón de los Hombres Ilustres de la Patria, convertidos poco a poco, en signos identitarios de la derecha, es otra cosa. Convertirlos en intocables históricos es uno de los puntales ideológicos de la derecha española.
Los Manos Limpias, a quienes tanto les preocupa las cosas judiciales, no parecen inquietarse por la bochornosa manera en que el juez de la Rúa exculpó al regalado Camps, convirtiéndose en “El Juez de los Regalos” que, muy hombre de su época, avaló el sistema de regalos por los favores políticos concedidos, aunque estos fuera, como son en el caso del Partido Popular, escandalosos. Al soborno se le llama regalo de precio.
Resulta asombroso que un juez se declare de manera pública y notoria y reiterada “amigo” del imputado y que los Manos Limpias no digan nada. Ni los Manos Limpias ni nadie si vamos a eso. Como si esa farsa pudiera adscribirse a uno de tantos casos que con una mezcla de derrotismo y pachanga se consideran “de Escopeta Nacional”.


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