domingo, 11 de octubre de 2009

¡ARRIBA LAS MANOS!

ES el último grito y la última incógnita: a dónde van a dar las manos y los dedos, los del dos de oros, los de quiénes andan en la cosa pública y sus aledaños, si al cajón, a la cartera, al lomo del que te hace rico, a la boca o a la cabeza... Para hacer una cosa o indicar otra...
No he de callar por más que con el dedo,/ ya tocando la boca o ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo./ ¿No ha de haber un espíritu valiente?/ ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/ ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Lirismos al margen (porque aunque sean versos hermosos no vienen al caso y a mí al menos no me conciernen), a todos nos gustaría tener un amigo como Juan Luis de la Rúa, el magistrado que exoneró al presidente del PP valenciano, Francisco Camps, de las acusaciones de cohecho, y otras, y que pasará a la historia como el “más que amigo”.
A buen seguro que, de haber tenido tan bien togados amigos, la suerte de Mario Conde hubiese sido distinta. Y la de tantos otros de los figurantes de este guiñol burlesco de la política nacional que tarde o temprano terminan en los tribunales por haber metido la mano en el cajón de los dineros o similares, o como en el caso de cargos electos y no electos del Partido Popular, de haber ayudado a que otros la metieran.
Entre unos y otros nos han demostrado que la cosa pública es un negocio de campeonato. ¿Para todos los que, de la manera que sea, participan de ella? No lo creo. Sería llevar el asunto demasiado lejos, aunque no dejen de estar bajo sospecha.
Semanas después de esa escandalosa exoneración judicial, ya recurrida por la fiscalía, la investigación de la trama de la corrupción que no amenaza en absoluto con hundir al PP, hace aflorar coches, joyas, relojes, putas, todos millonarios, como símbolos de una vida que está muy lejos, en otro mundo que el de las colas del paro que crecen sin parar, los ERE, las suspensiones de pagos, las quiebras inevitables, los recortes salariales... Ha habido y hay mucho dinero suelto.
Oh, sí, demagogia, todo es demagogia, sobre todo cuando la desvergüenza crece. No gritéis “¡Al ladrón!”, si os roban la cartera, porque os acusarán de difamación y de calumnia.
Las conversaciones telefónicas intervenidas retratan bien no ya al genuino y engominado ambiente pepero, sino el del alegre compadreo que gastarían los bandidos que, tras el “¡Sésamo ábrete!”, entraban en la cueva donde se guardaba todo lo robado, tinajas y tinajas rebosantes de monedas y joyas: la cueva de Alí-Babá, según una iconografía clásica.
¿Hasta qué punto era consciente de todo esto el magistrado que alegremente exculpó a Camps que a todas luces se encuentra en el epicentro de este revuelto pozo negro?
Ahora sigue habiendo tinajas, colchones, además de cuentas en organizaciones financieras de paraísos fiscales, lo más parecido a bandas de malhechores: el crimen organizado hecho modelo social.
Eso, esa mugre que ahora sale a la luz, es lo que había detrás de los mares de banderitas rojigualdas y peperas agitadas en eventos organizados por esta horda; es lo que latía, venal, detrás de la Patria, del Honor y de todas las mandangas de los mítines cuyo objetivo último no era ni es otro que el que una tropa de oportunistas se hagan de oro.
Iban, van a traer, siempre, otra España. ¿Cuál? La que impera por todas partes, la del Bigotes y Correa, la de Camps que se viste de lujo por cuenta ajena, la del magistrado que exonera a su amigo, la de los bancos que tienen a un país en un puño mientras sus directivos se hacen de oro.
El único modelo social que parece de verdad válido en este tiempo es este: relojes de 25.000 euros, coches de 65.000 que paga el moro Muza, trajes a docenas a cambio de concesiones y trato favorable, viajes millonarios y mucho dinero en metálico, en billetes de 500 euros... Y estos signos de riqueza y prosperidad no son ni mucho menos los únicos. ¿Es este el modelo de sociedad neoliberal del bienestar que propone el Partido Popular?
Hay de nuevo mucho dinero fuera de España, fuera de Europa y lejos, y sobre todo a salvo, de sus jurisdicciones. El suficiente como para que estos mangutas aguanten, si es que finalmente les caen, unos cuantos años de cárcel y poder vivir el resto de lo que les quede de vida sin cuidados. Saben como hacerlo. La ingeniería financiera está para eso. Ni son los primeros ni serán los últimos.
Llama la atención que las rebeliones contra el sistema, como las que han estallado esta semana en Estambul, sean tan reducidas y se limiten a romper las lunas de unos bancos que pagan los seguros, otro negocio, cuando es a los banqueros, a los intocables, a quienes habría que llevar al cepo.
Y Camps, el presidente valenciano, no dimite y sonríe. Y no dimite porque le protege la dirección del PP. No hay día que no salgan a la luz nuevos y más indecentes datos de las actuaciones de miembros de ese partido. No resulta creíble que nadie supiera lo que estaba pasando. Cualquiera, en el caso de Camps, habría dimitido. Pero no, estos son unos campeones en luchar contra la evidencia, las pruebas, los testimonios. Se sienten impunes y están protegidos, encima, por sentencias, como la de Camps, que dejan a la Administración de Justicia española bajo sospecha.
Y también llama la atención el poco clamor popular, la muy poca alarma social que suscitan estos hechos si los comparamos con su gravedad. Tal vez nos hayamos acostumbrado al robo y este nos parezca natural. Tal vez sepamos que pase lo que pase aquí no pasa nada, y tal vez tengamos demasiado miedo a desentonar y a ir a contracorriente.
Tampoco suscitan grandes comentarios las amenazas de las que ha sido objeto el concejal de NaBai por el Ayuntamiento de Ansoain, por parte de Falange y Tradición.
Salvo que podamos sacarles partido, hay que minimizar las cosas.
Las voces críticas desde dentro del PP han sido tardías y suenan más a “Sálvese quien pueda”, a eludir responsabilidades y a blanquearse a costa de la ignorancia propia y la mugre ajena, que a otra cosa. Queda de mala comedia el ponerse digno a estas alturas cuando hasta ayer mismo se ha venido negando la evidencia y da risa ese echar a los leones a los personajes de segunda fila. No resulta creíble que nadie hasta ahora supiera nada de la manera en que, bajo los mismos bigotes de José María Aznar, una banda organizada, bien organizada, se estaba haciendo de oro a costa de su españolísima manera de ver las cosas y sentir la vida.

sábado, 3 de octubre de 2009

HECHA LA LEY, HECHA LA TRAMPA

HACE unos meses, la alcaldía de Pamplona, en manos del partido de la derecha autoritaria navarra, gracias a pactos que burlaron la presencia de la que fue la segunda fuerza más votada en Navarra (y uno de los odios que ponen en marcha el poco seso político que le queda al presidente Sanz), rebautizó una de las plazas más conocidas de la ciudad, la del Conde de Rodezno, como “del condado de Rodezno”, sin otro motivo que el de eludir de esa manera el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica en lo referente a los nombres de notorios personajes del régimen franquista y del alzamiento militar del 18 de julio de 1936 que figuran en calles y plazas.
A nadie se le oculta que el papel que jugó el conde de Rodezno en las semanas anteriores al alzamiento militar del 18 de julio de 1936 fue determinante para que salieran a la calle, como voluntarios, los tercios de requetés que llevaban ya años recibiendo entrenamiento y formación militar. Todo el que se asome a la historia de aquellos días puede saber de la entrevista que mantuvieron, en los claustros de la catedral de Pamplona, el general Mola y el conde de Rodezno, días antes de la sublevación, y que fue determinante para que la Comunión Tradicionalista se decidiera a participar en un golpe de estado junto al ejército de Mola, el golpista.
Me consta (de manera documental además) que Rodezno sabía, días antes del alzamiento, la fecha en la que iba a producirse este, por lo que pudo avisar a algunos amigos suyos, y diputados como él a Cortes, para que se fueran de Madrid y salvaran de ese modo la vida. Pero aquí se trata de decisiones políticas abusivas del siglo XXI y no de juzgar a la persona.
Omitir y silenciar esos, y muchos otros datos, concretos, ineludibles, históricos, la mayoría de ellos de dominio público, es un acto de mala fe política y de burla de nuestra historia. Pero esto se omite y se calla por los historiadores del régimen (al actual me refiero), los gacetilleros y los turiferarios, y los habituales perros de prensa de la derecha que, al menos con su silencio, avalan lo que a origen es un fraude y solo un fraude.
El del conde de Rodezno fue uno de los nombres que figuraban en el famoso auto del juez Garzón que ha llevado a este ante los tribunales por prevaricación. No entro en si había o no motivo concreto, me refiero a la actuación de la Barcina, cómplice, por su autoritarismo, con el estado de cosas que provocó aquel 18 de julio, porque en su honor y memoria ha actuado, y actúa de manera trapacera, con sentencia judicial o sin ella.
Dado que los originales mecanoscritos de las memorias políticas de Rodezno están, según inventario oficial en manos del departamento del Korpax, en una biblioteca navarra declarada bien de interés cultural y por lo tanto abierta para consulta a los investigadores, no estaría mal que se estudiaran de una vez esos documentos, antes de que desaparecieran, como otros.
Es decir, que para evitar retirar el nombre del conde de Rodezno, se volvió a dedicar la plaza, de manera trapacera, al título nobiliario cuya vinculación histórica con el Reino de Navarra es, en la práctica, nula, dado que su aparición en escena se debió al chalaneo de las actas de diputado decimonónicas, cuando se descubrió que la política parlamentaria es un negocio de campeonato, y no a arraigo familiar o catastral.
Las genealogías cantan y la historia también. Por poner un ejemplo, me extrañaría que con anterioridad a la Ley Paccionada de 1841 pueda encontrarse su nombre entre los asientos a Cortes del Reino.
Al margen de su papel dentro de la Comunión Tradicionalista es difícil encontrar una actuación que le haga a Rodezno más merecedor de calle o plaza que a otros políticos navarros de la época, por ejemplo a Miguel Gortari Errea: ni trajo la industrialización -¿No fue suya la frase “Antes la muerte que la industria”?- ni la universidad del Opus, los dos factores sociales, a origen, del cambio radical que ha experimentado Navarra.
Puestos a dedicar plazas a títulos nobiliarios navarros con relevancia histórica se me ocurren unos cuantos. Pero aquí no se trataba de honrar la memoria de título nobiliario alguno, en el año 2009, sino de burlar lo preceptuado en la Ley de Memoria Histórica en relación a las consecuencias de la Guerra Civil española que empezó en Navarra con una virulencia singular, y en consecuencia, el actual nombre de la plaza tiene que ver con el franquismo puro y duro en la medida en que se cambió solo y exclusivamente por ese motivo.
Se trataba de no dar el brazo a torcer y de negarse a borrar del callejero de Pamplona el nombre de una calle que sigue siendo un símbolo de casta para los herederos directos del 18 de julio de 1936: el lugar donde se alza el cuesco arquitectónico que alberga los restos de los generales golpistas Mola y Sanjurjo (y de los tres primeros navarros caídos en combate). Es tan vergonzoso el asunto que han tenido que tapar todas las inscripciones y cerrar a cal y canto la puerta de lo que habían convertido en galería de arte. Un perfecto despropósito. Y no hay otra.
Y eso al juzgador, que le ha dado la razón a la alcaldía, le consta de manera cumplida y palmaria, por mucho que retuerza sus argumentos haciendo de la falacia retórica encaje de bolillos, para acabar dando la razón a la derecha autoritaria que hace de su propia historia, burla.
Se ha elevado a realidad jurídica una triquiñuela de mala fe política urdida eludir el cumplimiento estricto de lo estipulado en la Ley de Memoria Histórica, porque, insisto, ese y ninguno otro fue el motivo del cambio de denominación de la plaza.
Para dedicarle la plaza al condado de Rodezno no hay otra fundamentación jurídica, histórica o social que la que se necesita para dedicársela a Copito de Nieve, el famoso gorila del zoo de Barcelona, o al pícaro Estebanillo González, hombre de buen humor, que pasó por Pamplona en tiempos virreinales. Es una cuestión de votos y de mala fe política, que es la que ha lucido a lo largo de todo este caso.
Con todo, valiosa sentencia esta del TSJN que permite orientarse sobre cuál es el criterio de la magistratura española, con relación, no a la letra ni al espíritu de la Ley de Memoria Histórica, sino a su puesta en práctica, haciendo bueno el dicho famoso: “Hecha la ley, hecha la trampa”.
Es lo que piensan y dicen en privado hasta los beneficiarios de la sentencia, sobre todo estos. Y a carcajadas. Puede que no sea “una exaltación del franquismo”, pero es una burla.

Publicado en Diario de Noticias, de Navarra, el 4.10.2009

"Un artículo del conde de Rodezno", por Víctor Moreno.